Capítulo 8 La Pijamada
La pijamada.
Let's go girls, come on!
I'm going out tonight, I'm feeling alright
Going to let it all hang out
Want to make some noise, really raise my voice
Yeah, I want to scream and shout
Man Feel Like a Woman — Shania twain
Las Pijamadas son esos rituales en los que las chicas se reúnen a hablar
de todos los chismes de la escuela, se ponen mascarillas, se maquillan y en
aquel tiempo era hacer test de revistas para descubrir que tan bien besabas o
si tenías oportunidad con tu chico. Sí, las pijamadas siempre eran divertidas,
pero una pijamada sin adultos responsables. ¿En qué puede terminar? Mal muy mal
y más si es en casa de Elisa Aldana.
Andrea y las chicas se encontraban en la escuela platicando, la verdad
es que después de lo ocurrido en la disco, se les había subido un poco la pila
a las cuatro.
—Ya les dije que el viernes podemos irnos saliendo de aquí a mi casa
—dijo Elisa, podemos jugar videojuegos y pedir pizza.
—Pero no es justo, el viernes yo no puedo —comentó Karla con tristeza.
—Lo siento Karla, es el único día que yo puedo —respondió ácidamente
Elisa.
Estoy comenzando a
pensar que Elisa le hacía bullying a Karlita y no me había dado cuenta. Andrea,
al ver lo que Elisa decía negó con la cabeza, porque sabía que no quería que
Karla fuera, lo sé, Karla era bastante especial, si Elisa se vestía de rojo
ella hacía lo mismo, pero por Dios no era tan malo. ¿O sí?
—Inténtalo una vez más Karla, ya si te dicen que no ni modo —dijo Andrea
—¿No la puedes pasar para otro día? ¿En serio? —insistió Karla.
—No puedo, sólo los fines de semana —dijo Elisa.
—Ay ya, mejor me voy a ver a Oliver. —Karla se fue enojada con toda
razón.
—¿Por qué eres así con ella? —preguntó Sol.
—Lo siento, no me agrada, no me gusta que me imite, yo la tolero por
ustedes, pero nada más —dijo Elisa.
—Les dije a mis papás que tus papás estarán claro, para que me dejaran
ir, porque de lo contrario ni locos me dejarían —dijo Andrea.
—Vaya, ya vas aprendiendo, mi querida alumna —externó Elisa con
orgullo.
—¿Y qué vamos a hacer? —preguntó Sol.
—Pues ver películas, comer pizza, qué sé yo. Bueno las dejo, porque voy
por mi taco de ojo y a gritar improperios —dijo Elisa.
—Si, ya sabemos a dónde vas, a insultar a tu enano —dijo Andrea,
mientras Elisa se iba—, ¿y tú?
—Bueno, Iván no perdió el tiempo, estando Rosalía sola corrió a
buscarla. Sigue sin decirte nada, ¿cierto? —preguntó Sol.
—Cierto, pero ya no me importa, él a lo suyo y yo a lo mío, es más, creo
que hasta sacó ocho en matemáticas —dijo Andrea riendo.
—¿En serio no te importa o te haces la fuerte? —preguntó Sol mirándola
fijamente.
—Todo el tiempo estamos juntos, en las tardes va a mi casa. ¿Qué
diferencia habría con la palabra novio? —contestó Andrea.
—Que te besaría y te diría lo que verdaderamente siente, porque la
verdad se limita demasiado —comentó Sol.
—Después de lo de la disco, no es algo que añore —contestó Andrea.
—Si lo haces, sólo que no quieres aceptarlo —dijo Sol—. Andrea.
—¿Sí? —preguntó.
—Hay algo que quería platicarte, veo que tú y yo somos muy parecidas en
nuestra forma de ser, no nos gusta que nos toquen y somos un poco ariscas.
—¿Aja? —Andrea miró a Sol.
—Esto es algo que no he platicado con nadie, pero por alguna razón tú me
das confianza.
—¿Abusaron de ti?
Sol se impresionó de
que Andrea le preguntara eso.
—Sí. ¿Cómo lo sabes?
—Bueno, me diste toda una introducción para decirme. ¿Quién fue?
—preguntó Andrea seria.
—La pareja de mi mamá, es por eso que yo no vivo con ella, el problema
es que mi papá tampoco quiere que esté con él y cuando estoy con Iván me
siento… no sé.
—¿Te preguntas si él te va a querer así? —preguntó Andrea.
—Sí. ¿Tú qué piensas? —preguntó Sol mirando a su amiga.
Andrea nunca había
hablado del tema con alguien, su rostro se puso rojo y sus ojos se llenaron de
lágrimas, ella no quería llorar, no ahí, sólo lo llegaba a hacer cuando nadie
la veía.
—Yo apago mi cerebro, intento no pensar en lo que pasó y sigo con mi
vida, a veces pienso en que decir la verdad o lo que pasó, sólo será peor que
guardarte eso —contestó la chica de trece años con seriedad.
—¿Pero no te duele? Yo hay días en que siento que me ahogo, digo, me
quitaron mi virginidad, ¿que se supone le entregue a la persona a la que ame?
Sí, eso también era muy
onda noventera, bueno hasta la fecha hay madres que les hablan de la virginidad
y la castidad a las chicas, pero ¿qué haces cuando un imbécil te la arrebata?
—Lloro, tampoco soy de piedra, pero sólo en las noches cuando nadie
puede oírme y una vez al mes o cierto tiempo, pero no me quedo ahí, no puedo
—contestó Andrea, su rostro se veía duro.
—¿Te sientes culpable? —preguntó Sol.
—Sí, porque no me defendí y si se lo platicas a alguien te dirá lo
mismo. ¿Por qué no te defendiste?, por Dios tenía siete años ¿qué podía hacer?,
ni siquiera sabía qué era eso, pero veo que sigo así, la gente me lastima y no
me defiendo, porque si lo haces, las personas te empiezan a tener miedo o
piensan que la que está mal eres tú, ve a Elisa, yo quisiera ser como ella,
ella no se deja de nadie, pero todo mundo le teme —contestó Andrea—. De seguir
así… estoy pensando en ser como ella.
—No fue nuestra culpa —contestó Sol.
—No sé. A veces pienso que lo fue y creo que es algo que nunca me voy a
perdonar —dijo con rudeza.
Sol comenzó a llorar
y Andrea la consolaba, ella no derramó ni una lágrima, no podía y menos en la
escuela.
—No necesitas ser como Elisa, tú no pegas con los puños, pero lo haces
con las palabras, en verdad cuando te sientes herida Andrea, eres dura y
bastante hiriente —dijo Sol—, a mí me gustaría ser más como tú.
Ambas amigas sonrieron, la campana sonó y regresaron al salón.
—¿Dónde estabas? —dijo Alberto.
—Platicando con Sol —contestó Andrea extrañada.
—¿Qué harás el fin de semana? —preguntó.
—Vamos a ir a casa de Elisa, ¿y tú? —cuestionó ella.
—Pensé ir a verte, pero veo que no estarás. ¿Qué van a hacer, pijamada?
—cuestionó el chico.
—Sí —contestó Andrea.
—Vaya, ustedes juntas una noche, eso va a ser un desastre —dijo entre
risas Alberto.
—Va a ser divertido, juegos, revistas, pinturas —comentó Elisa.
Los días fueron pasando, hasta que llegó el viernes tan esperado. Karla
estaba un poco molesta porque Elisa no había hecho nada por cambiar la fecha de
la pijamada y otra razón era que justo ese fin de semana, Elisa cumplía años también,
entonces sinceramente no había mucho que cambiar. Las chicas esperaban con
ansias el toque de la campana, para poder ir a la casa de Elisa y cuando sonó,
se levantaron de inmediato, el padre de Andrea las esperaba en la entrada.
—Pórtense bien, por favor, no vayan a hacer diabluras. Andrea obedece a
los papás de Elisa y ayudas en la casa.
—Sí papá, estaremos bien, lo prometo.
—Okay, nos vemos el domingo —dijo Diego.
Andrea se despidió de
Alex y de Sebas, su primo. Por fin empezaría la fiesta, las chicas se quedaron
un rato afuera de la escuela platicando con sus compañeros, cuando se acercó a
Andrea, Javier un compañero del grupo A.
—Hola, Andrea —saludo Javier.
—Hola. ¿Qué pasa? —preguntó Andrea.
—Oye un favor, es que no voy para mi casa y traigo algo que no puedo
andar cargando, ¿te lo puedo dar y luego pasó a tu casa por él? —dijo Javier.
Muchos o la mayoría
sabían donde vivía Andrea, pues era el centro de reuniones de fiestas y posadas
por ser un lugar céntrico.
—Yo voy para casa de Elisa, no sé si vas para allá o te lo traigo luego
—dijo Andrea.
—Sí, no hay problema, lo que no quiero es cargarlo ahorita —dijo Javier.
Chicos, nunca, nunca
guarden en su mochila algo que no sepan qué es, siempre pregunten o simplemente
no es tuyo no lo cargues, pues esta pazguata guardó en la mochila lo que Javier
no quería guardar porque iba a ir a jugar futbol. Él se fue y ella colocó su
mochila en los hombros, después de un rato, Elisa dijo que ya era momento de
irse a casa, las tres tomaron el autobús, cosa que Andrea disfrutó mucho, pues
casi no salía ella sola con sus amigas, llegaron a casa, los papás de Elisa
tenían guardia y estarían las tres chicas solas todo el viernes, se cambiaron y
como siempre, comenzaron a bailar, jugaron videojuegos, vieron todas películas
rosas del momento y pidieron pizza, ya en la noche Elisa les untó miel en la
cara, porque les dijo que era buenísima para quien sabe qué, pero después de
eso, las cosas se podrían un poco locas.
—¿Alguna vez han tomado? —preguntó Elisa.
—Yo sí, no mucho, pero mi abuelita siempre me da jerez, he tomado
rompope y piña colada —comentó Andrea.
—No, yo no. ¿Qué estás pensando? —preguntó Sol.
—Mi papá tiene una botella de Bacardí, se la escondí desde hace
un buen rato. ¿Qué opinan? —preguntó Elisa—, es mi cumpleaños.
Las tres amigas se
miraron y comenzaron a reír. ¿Qué podría pasar? Estaban ellas solas, bueno pues
comenzaron a tomar, una, dos, tres y cuatro. Las tres estaban risa y risa.
—Vamos a jugar verdad o reto —dijo Sol.
—No creo que jugar verdad o reto borrachas sea lo mejor —comentó Andrea.
—Es lo mejor, porque así tienes más valor —dijo Elisa a carcajadas.
—Órale. Yo empiezo. ¿Elisa verdad o reto? —dijo Andrea.
—Verdad —dijo Elisa con decisión.
—¿Tú y Max son algo más que amigos? —preguntó Andrea.
—Ay qué fácil, somos amigos, pero de repente si nos besamos. Me toca,
Sol —externó Elisa.
—Verdad —dijo Sol.
—¿Te has besado con Iván? —preguntó Elisa.
—No, nunca y ahorita que es novio de Rosalía lo dudo todavía más
—contestó Sol.
—¿Y qué hacen en la biblioteca? —preguntó Andrea.
—Lo mismo de siempre, platicar. Ahora te toca a ti —dijo Sol.
—Reto —contestó Andrea estúpidamente.
—Háblale a Alberto y dile que te gusta —retó Sol.
—Verdad —dijo retractándose Andrea.
—No, eso es trampa, anda dile —enunció Elisa.
Tomada no se hizo
mucho del rogar Andrea.
—Okay. ¿Qué puede salir mal? —dijo la tonta joven.
Hablaba el alcohol,
se sentía segura de lo que iba a hacer, tomó la bocina del teléfono, arrastraba
la lengua, por Dios, no lo hagas Andrea, pero no hizo caso, tomó convencida la
bocina de teléfono y marcó. Sí, el alcohol te hace hacer idioteces, me hubiera
gustado decirles que era la única que cometería, pero era Andrea y haría
muchas, muchas más.
—Buenas noches, ¿me podría comunicar con Alberto? Gracias.
Fueron los tres minutos
más largos en su vida, en esos momentos.
—¿Bueno? —contestó Alberto nervioso al no saber quién era.
—Alberto, habla Andrea —dijo Andrea arrastrando la lengua.
—¿Andrea estás tomada? Te oyes diferente —dijo el preocupado muchacho.
—Sí, un poco, bueno un mucho, es que es cumpleaños de Elisa y ella quiso
brindar y dijimos que sí —enunció Andrea con una risa nerviosa.
—¿Dónde vive Elisa? —preguntó Alberto.
—¿Para qué? —preguntó Andrea.
—¿Cómo qué para qué? ¿Están solas y tomadas? —dijo Alberto.
—¿Por qué haces eso siempre? —preguntó Andrea molesta.
—Eso ya no me está gustando, quítale el teléfono —dijo Elisa a Sol.
Pero Sol no lo hizo, no
podía ni pararse.
—¿Por qué siempre me estás cuidando como si fuera tu hermanita? Tú me
gustas, te quiero, no te veo como a mi hermano, te quiero de verdad y tú
siempre estás con tus cosas, eres un estúpido —dijo Andrea molesta colgando el
teléfono—. ¡Oh por Dios! ¿Qué hice?
¡Oh por Dios! ¿Qué
hizo?
—Sólo le ibas a decir que te gustaba y tú ya le dijiste de más —exclamó
Elisa impresionada de lo que Andy había hecho—. Andrea, esto va a ser una
bomba.
—Dios ¿y ahora que voy a hacer? ¿Qué le voy a decir el lunes? —preguntó
Andrea nerviosa.
—Bueno, estabas borracha, esa es la verdad, ¿o no? Yo no me puedo ni
parar —dijo riendo Sol.
—Sí, pero eso no quiere decir que lo que le dije haya sido mentira
—comentó Andrea.
—Bueno, tenía que pasar. ¿Seguimos o ya nos dormimos? —preguntó Elisa
viendo a Sol que se reía y rodaba literal.
—Pues seguimos, no quiero que por mi culpa se termine el desastre —dijo
la chica explosiva.
Pero ella ya no estaba igual, se sentía nerviosa, impaciente, ni
siquiera le había dado tiempo a contestar, tal vez él hubiera dicho por fin
todo o ya hubiera terminado la situación, pero no, había colgado enojada,
continuaron bebiendo y vomitaron unas cuantas veces, se quedaron dormidas, al
otro día, Andrea no aguantaba la cabeza sentía que le iba a explotar, pero no
sólo ella, Elisa y Sol estaban igual, no soportaban ni el más mínimo ruido.
—¿Cómo es que los adultos hacen esto? —dijo Elisa tomando su cabeza con
una horrible resaca.
—No lo sé, pero siento que me va a estallar la cabeza y mi estómago está
revuelto —contestó Andrea.
—Deberíamos comer algo muy picoso, he oído por mi hermana que así se
baja —opinó Sol.
—¿Zacahuil? —preguntó Elisa.
—Voto a favor, con muchos chiles por favor —dijo Andrea girando en la
cama.
Las
tres chicas se levantaron, la mamá de Elisa ya estaba en casa usando la
licuadora y todo lo que sentían que taladraba la cabeza.
—Les estoy haciendo chilaquiles chicas ¿Les
gustan? —preguntó doña Lupe.
—Podría ponerle más chile de lo normal —dijo sospechosamente Sol.
Elisa le dio un codazo.
—Sí mamí, a las tres nos gustan— contestó con voz dulce, Elisa.
—¿Quién eres tú y dónde dejaste a Elisa? —preguntó Andrea riendo.
Cuando Andrea regresó a
su casa no podía dejar de pensar en lo que había hecho. «¿Y ahora? ¿Qué
ocurrirá mañana?» Esa noche hasta se acostó temprano para que el siguiente
día llegara con rapidez, ya no podía seguir así, con esa angustia, el problema
de Andrea, era que siempre ha sido obsesiva, piensa trescientas mil veces las
cosas. Al otro día se levantó rapidísimo, se arregló y llegó a la escuela, ella
se sentó en su mesa banco, él llegó y se sentó a su lado como siempre.
—Hola —dijo Andrea apenada.
—Hola… —contestó él. Bueno, al menos le hablaba.
—¿Cómo estás? —preguntó Andrea.
—Bien —dijo Alberto un tanto seco.
—¿Qué tal estuvo tu fin de semana? —preguntó Andrea.
—Normal, gente loca llamando por teléfono. ¿No les llamaron?
—No —dijo Andrea regresando a su libreta.
Qué pena, pero no decía
nada más, ella evitó seguirle hablando, lo arruinó, se decía una y otra vez,
durante la clase ya no se dirigieron la palabra, cuando llegó el receso, ella
se puso de pie.
—Necesitamos hablar —dijo Alberto.
—¿Sobre qué? —preguntó nerviosa Andrea
—Sobre lo que pasó el viernes. Mira, no te veo como a mi hermanita, si
te cuido es porque… —Aja, dilo ya, por favor—. Eres la hija de mi maestro
favorito y no quiero que nada te pase, yo lo admiro mucho y sé cuánto te
quiere, es todo —respondió Alberto.
¿Eso es todo?
—Espera… ¿Entonces todo esto es porque soy la hija de tu maestro
favorito? ¿En serio? ¿Sólo eso? —dijo Andrea, pero su rostro dijo más que eso,
se quedó seria.
Si él hubiera podido
ver por dentro de ella, hubiera oído el crash de su corazón, pero ella no era
así.
—¿Sabes qué?, haz lo que quieras, no me importa. —dijo Andrea fastidiada
ya de todo dando un paso, pero él la detuvo—. ¿Qué?
—Andrea — dijo Alberto.
—¿Ya ves wey?, luego dices que no te gusta Andrea. —dijo Raúl, un
compañero de ellos. Alberto se enojó y salió del salón, Andrea sólo miró a
Raúl.
—Yo no le gusto y él tampoco me gusta, estúpido.
—Wow tranquila Andrea, tú nunca contestas así —dijo Raúl.
—Pues no te metas conmigo —respondió dura.
Wow. ¿Qué pasó? Andrea
se dio un golpe de realidad nuevamente, pero como siempre, ella era fuerte
frente a sus amigas.
—¿Y ahora qué? —preguntó Karla.
—Nada, vámonos a platicar —dijo Andrea.
—¿No vas a hacer nada? —preguntó Elisa un tanto sorprendida.
—No, ya me cansé. Me imagino que se irán a sus respectivos lugares con
sus galanes —dijo riendo Andrea.
—Si quieres me quedo —dijo Karla.
—No es necesario, tengo mi libreta y mucho que escribir —dijo ella con
una sonrisa.
Andrea se sentía
triste, pero no le gustaba que la vieran así, no podían verla derrotada, ella
caminó para su escondite, pero en el camino se topó con Javier.
—Hola Andrea. ¿Tendrás mi paquete? —dijo Javier.
—Cierto, vamos al salón. —dijo Andrea.
Ambos regresaron al
salón, cuando Andrea entró al salón Alberto ya estaba ahí.
—Si quieres espérame aquí —le dijo Andrea a Javier.
—No ¿cómo crees? Paso contigo.
—Okay.
Ambos chicos entraron
hasta el lugar de Andrea.
—Gracias por el favor Andy, tú siempre eres una buena amiga —dijo Javier
nervioso.
Era como una caja de
color rojo, pero lo que sorprendió a Andrea fue el rostro de Alberto como de
miedo o algo parecido.
—Toma y disculpa, se me había olvidado —espetó Andrea con una sonrisa.
—Gracias gorda, como siempre puedo contar contigo. Nos vemos —dijo
Javier.
—¿Qué hiciste? —dijo Alberto poniéndose de pie asustado.
—Sólo le guarde su caja —contestó Andrea.
—¿Estás loca? No quiero que te acerques a Javier —dijo Alberto.
—¿Qué? ¿De cuándo acá tú me mandas? —cuestionó Andrea molesta.
—Andrea, sé que ahorita todo me lo vas a tomar a mal, pero por favor,
haz caso de lo que te digo, Javier no es quien crees que es y lo que guardaste
no es bueno tampoco. si tanto te molesta que te cuide, entonces no hagas
tonterías —respondió Alberto.
Zaz, Andrea se sentó enojada, Alberto también se sentó, ninguno hablaba
ni se miraban, mejor tomó su libreta y comenzó a perderse, todo eso la
inspiraría a darle un giro a la historia que escribía, «¿A qué se refería
Alberto? ¿Qué habrá habido en esa caja roja?» Esta vez no lo veía como
otras veces, en verdad lo había visto asustado, entró el maestro y todos
siguieron trabajando, Andrea le mandó una nota a Elisa.
—¿Tú qué sabes de Javier? —escribió Andrea en el papel mandándoselo.
—Yo no mucho, pero Sol sí sabe, por Iván —contestó Elisa en el papel.
—Sol ¿Tú qué sabes de Javier? —escribió Andrea y lo arrojó a Sol.
—Pues sé que anda metido en drogas, pero quien sabe, tal vez es un
chisme nada más —contestó Sol.
En ese momento, Andrea empezó a sentir el mismo temor que Alberto, ambos chicos se miraron, pero ya no había nada más que hacer, ella ya había lo había hecho, sólo había guardado un paquete «¿Qué podría ocurrir?» Nadie había visto nada, nadie sabía, pero el hecho de saber que él, estaba metido en una situación así, la ponía nerviosa, nunca en la vida había oído tan de cerca la palabra drogas, más que el día que Ian andaba así en el baño, ella pensaba que eran apenas unos niños, pero se le olvidaba que ya había quienes tenían más años, Alberto e Iván tenían dieciséis, pues ya habían cumplido años, Javier también, así que ya eran de otro ambiente, Andrea ese día se había dado cuenta de que había cometido un error, pero era demasiado orgullosa para decirle a Alberto “tenías razón”.

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