Capítulo 12 Muriendo Lento


                                                                     Muriendo lento.

Quizás no sientas

lo que yo sentí

Quizás no hay lágrimas ni miedo

Tal vez no pienses ni un momento en mí

Tal vez hay alguien en tus sueños.

¿Dónde está el amor?

¿Dónde está tu corazón?

Te necesito ya nada es igual

Y es que al pensarte todo me hace mal

Si tú no estás, dame una razón

Para no morir, lento.

Muriendo Lento—Timbiriche

Y cuando el corazón se rompía en dos a los catorce. ¿Qué era lo que podías hacer? A veces piensas que las cosas no pueden estar peor, pero si se puede llegar todavía más abajo, la carrera fue un día viernes, Andrea todo el fin de semana escuchó Muriendo Lento, el lunes que llegó a la escuela, se sentó y esperó a que él llegara, está vez cumpliría lo propuesto, ya no hablarían, pero Alberto nunca llegó. Bueno, eso no era extraño, él faltaba seguido a la escuela casi siempre que tenían algún problema entre ellos se desaparecía un día o dos, como para calmar las cosas, pero pasaron tres días y él seguía sin ir a la escuela.

—Cómo que ahora si le duró el berrinche al niño, ¿no? —dijo Elisa cruzada de brazos viendo el juego de su enano.

—Sí, pero imagínate, Leonardo y Erick lo agarraron entre los dos, ha de estar muy enojado —contestó Andrea.

—¿Y nadie le ha hablado? —preguntó Sol.

—No ni Karla que es con la que veo que luego habla —contestó Andrea preocupada.

—¿Y tú cómo te sientes? Porque ya escuché tu tono de mamá preocupada.

—Pues no muy bien, sé que es tonto decirlo, pero en verdad lo quiero —dijo Andrea.

—¿Lo amas? —preguntó Sol.

¿Qué puedes contestar a esa edad? ¿Sí? A los catorce eres un saco de hormonas tremendo, pero Romeo y Julieta tenían esa edad y ya todos sabemos cómo terminó la historia.

—No sé, amar es mucho. Sí lo quiero muchísimo y si quieren oír algo más, estoy muy enamorada de él, ¿tú qué sientes por Iván? —preguntó Andrea.

—Creo que estoy igual que tú, aunque yo creo que sí lo amo —dijo Sol, Elisa y Andrea se miraron—, lo digo en serio, platicamos de todo, su vida es difícil, al igual que la mía, nuestros papás no nos quieren.

Cuando uno lee que una chica de catorce años dice “mis papás no me quieren” dices, “es cosa de la edad”, pero… cuando hablamos de Sol, no era cosa de la edad, sus padres se peleaban por no tenerla y con Iván pasaba algo parecido, es la vida de muchos adolescentes y niños, aunque nos parezca exagerado o loco, de que los hay, los hay. 

¿Y tú por Max? —preguntó Andrea a Elisa.

—¡Ay! a mí sólo me gusta. No sufro ni lloro por él, si nos besamos y esas cosas, pero no más.

—Bueno, pero tú aparte de todo eres correspondida en secreto, pero correspondida —dijo riendo Andrea.

—¿Creen que Oliver sí siente algo por Karla? —preguntó Elisa.

—Pues todo el tiempo están juntos, yo creo que sí —comentó Andrea.

—Eso no quiere decir nada, tú y Alberto estaban todo el tiempo juntos. —Andrea la miró con dolor—. Lo siento —dijo Sol.

Ouch. La campana sonó y regresaron al salón, Andrea entró junto con sus amigas y se sentaron en sus lugares, Leonardo ya la esperaba con la respectiva paleta del día, ella sonrió.

¿Por qué? En serio ¿Por qué? —preguntó Andrea incrédula.

—Eres la más linda, pero tú no me haces caso, sigues llorando por ese mono que ni te pela —contestó Leonardo.

—No es que no te haga caso, es que no te creo, lo poco que nos hemos tratado, veo que nada dices en serio, por eso no te creo, yo creo que tú estás jugando conmigo —respondió Andrea.

—Pues te voy a demostrar que no —dijo Leonardo, sacándole una sonrisa a Andrea.


Las clases fueron pasando, pero Andrea no podía concentrarse miraba el asiento vacío de Alberto, «¿Habría pasado algo?» Recordemos que su vida también era muy difícil, pero si algo así pasara, ya habría ido a platicar con su papá para pedirle algún consejo, no, está vez pasaba algo más. ¿Tendría el valor de hablarle por teléfono a su casa? No, tampoco, porque era muy orgullosa y ella no sería quien rogara por él, llegó el segundo receso, todos salieron menos Andrea que se quedó escribiendo sus historias. La maestra Claudia entró y lo primero que hizo fue ver a Milani, está le sonrío, pero la maestra no le regresó la sonrisa, ella se levantó y caminó al escritorio.

¿Maestra? —preguntó.

—¿Qué pasa, Andrea? —preguntó la maestra con seriedad.

—¿Puedo hablar con usted? Usted me dijo que podía platicar cuando quisiera —dijo la chica esperanzada a que un adulto la escuchara.

—Así es Andrea, eso dije —contestó la maestra con una sonrisa.

—Sé que no es algo que le importe mucho, pero ¿supo lo que pasó el viernes entre Alberto y yo? —preguntó Andrea.

—Sí, él me lo dijo. Cuando pasó me fue a buscar —contestó la maestra Claudia.

—¿Cree que hice mal? —preguntó la chica. La maestra miró a Andrea y sonrió de forma apagada.

—¿Puedes hacer algo al respecto? —preguntó la maestra.

—No.

—¿Te arrepientes de haberlo hecho? ¿La verdad? —preguntó la maestra.

—No, a lo mejor estoy mal, pero no me arrepiento de lo que dije.

—Entonces, ¿por qué preguntar? Le hiciste saber lo que sentías y eso es lo único que importa ahorita. Aunque… hay cosas que no vas a entender en este momento por tu edad —dijo la maestra con un poco de tristeza.

La asustó. «¿Qué quiso decir?» Andrea sonrío de forma forzada, porque sintió que la dejó igual que cuando le preguntó, pero se sentía desesperada, como león enjaulado, el timbre sonó y todos entraron al salón, en ese momento la maestra les dijo que tomaran sus materiales que irían al laboratorio a hacer un experimento, todos tomaron sus mochilas y se fueron, el equipo de laboratorio de Andrea eran las cuatro alegres comadres, comenzaron a escribir las instrucciones para realizar el experimento, trabajarían con ácido, por lo que todos estaban bien protegidos, pusieron el ácido en el tubo de ensayo y Andrea comenzó a sostenerlo con los guantes, Elisa molía naftalina y lo que molía se lo pasaba a Sol que lo estaba hirviendo, Karla estaba en ese momento poniendo un filtro sobre el tubo en eso entró la encargada del laboratorio.

—¿Oye Claudia, ya viste que vino la mamá de Alberto? —dijo.

La maestra Claudia quiso bajar la voz, pero Andrea escuchó de inmediato el nombre y volteó para ver si escuchaba más.

—Sí, hablé con ella hace un rato e intenté convencerla, pero esa mujer no oye razones.

—Pero ¿qué fue lo que pasó? —preguntó la encargada.

—Fue un pequeño detalle, por eso ella lo va a cambiar de escuela —contestó la maestra Claudia.

Lo soltó, soltó el tubo de ensayo con ácido y todo se regó, las maestras voltearon a verlas y corrieron de inmediato a preguntarles si estaban bien, todas dijeron que sí, menos Andrea, la maestra Claudia se dio cuenta de eso.

—Intégrense a otro equipo, Milani ven conmigo. —dijo la maestra Claudia.

La maestra y Andrea salieron del laboratorio, Andy se veía impactada y muy triste.

—¿Fue mi culpa maestra? —preguntó Andrea.

—No —contestó con una sonrisa triste la maestra Claudia.

—¿Fue por lo que pasó? ¿Por qué se va a ir? —preguntó Andrea desesperada.

—No sé exactamente las razones, es sólo que su mamá tampoco es una persona fácil y simplemente se lo llevó, todos los maestros intentamos convencerla de que Alberto había mejorado mucho, pero ella no hizo caso, sin embargo, sí dejó a su hermano menor en el salón de primero —contestó la maestra.

Sintió que esta vez su corazón sí se había roto en mil pedazos, todo había terminado está vez. Él le había puesto el fin que tenía que ser, se acabó la historia de Romeo y Julieta, ambos murieron al final, así debía ser. Andrea ya no regresó al laboratorio, se fue a su escondite y lloró, lloró durante un largo rato, pero sintió que descansó, se puso de pie y regresó a su salón, sus amigas la vieron, Sol corrió a abrazarla.

—Se fue. ¿Por qué se fue? —preguntó Andrea—. ¿Creen que yo tenga la culpa?

—Tal vez era lo mejor Andrea, ya no era bueno lo que había y menos que aquel par lo querían golpear —respondió Sol.

—Es lo mejor Andrea, créeme, ahora si podrás hacer algo más que pensar en él. Podrás olvidarlo —contestó Karla.

—Pues sí —dijo Andrea suspirando—, en fin.

Pero a esa edad sientes que mueres, ella sólo podía pensar en esos momentos en los que estaban afuera de su casa platicando largos ratos, su sonrisa, sus ojos. «¿Ahora con quien podría hablar así?»

—¿Me prestas lápiz? —escuchó Andrea la voz de Leonardo.

—Tú nunca tienes lápiz —contestó Andrea, entregándole uno.

—Oí lo de Alberto, estarás mejor sin él, créeme —dijo Leonardo cerrándole el ojo.

—Sí, yo también lo creo —contestó Andrea.

Ella siguió escribiendo, se olvidó por completo de la escuela, no le importó nada, cuando le pasaban cosas de este tipo era cuando más inspirada se sentía, el problema es cuando quieres provocar crisis existenciales para no perder tu línea creativa, cosa que de repente pasaba. Salieron de la escuela, Andrea llegó a su casa y se tiró en su cama a escuchar una y otra vez Muriendo Lento. 


Sol estaba en su casa cuando el teléfono sonó, salió corriendo a contestar.

¿Bueno? —dijo Sol.

—Hola Sol —dijo Iván.

—Hola. ¿Qué pasa, Iván? —exclamó Sol con emoción.

—¿Sabes? Hoy estuve hablando con Rosalía y me dijo que tú y yo pasamos mucho tiempo juntos —dijo Iván con un tono de tristeza.

—Porque somos amigos Iván, se lo dijiste. ¿Verdad? —preguntó Sol esperanzada.

—Sol… creo que tenemos que dejar de hablarnos —dijo el estúpido chico.

—¿Lo estás diciendo en serio? —preguntó Sol molesta.

—Sí —contestó Iván.

—Eres un estúpido —dijo furiosa Sol y colgó.

Se sentía traicionada, le estaban dejando de hablar sólo porque una chica que se creía hermosa, se sentía amenazada por el grupo de chicas gorditas, pero las cosas no pararon ahí, pues resultó que Max se hizo novio de África, sí, las acérrimas rivales de las curvas peligrosas. Les habían dado un golpe con guante blanco, por lo que ese día terminaron Elisa, Sol y Andrea tiradas las tres en la cama de ella viendo al techo oyendo canciones tristes y de desamor.

—¿Somos nosotras, o ellos son estúpidos? —dijo Elisa.

—Pensé que sólo era el chico con el que te besabas —contestó Andrea sarcástica.

—Creo que no era eso nada más —respondió Elisa con tristeza.

—Quiero pensar que ellos son estúpidos —comentó Sol.

—Yo pienso que soy yo la estúpida —dijo Andrea.

—Yo igual —dijo con tristeza la inquebrantable Elisa.

—Insisto en que es él, se deja mangonear por esa chamaca tonta —dijo furiosa Sol.

—Pues igual estamos las tres aquí y Karla sigue adelante —dijo Andrea, se miraron—. Siempre estaremos juntas, ¿verdad?

—Haremos lo posible —contestó Elisa—, si un idiota nos dice que dejemos de hablarnos lo mandamos a la chingada. ¿Prometido?

—Claro —contestó Andrea.

—Lo mismo —dijo Sol. 

Eso fue lo que las unió más a esas tres chicas. Karla, en vez de unirse, presumía un poco su situación, cosa que para nada les agradó a las tres, pero en la vida las cosas son muy raras.

—Pon tu canción de Cuando Mueres Por Alguien ya me gustó —dijo Elisa a Andrea.

—Claro —dijo Andrea regresando el cassette de música miserable.

Sí, antes de Spotify oíamos la música en cassettes o CD, pero para no comprar el disco tenías que grabar las rolas del radio en cassette, que era lo que Andrea hacía y tenía su cassette de las canciones miserables.

—No. No podemos estar aquí sintiéndonos mal y derrotadas por tres idiotas —contestó Sol con fuerza.

—¿Ah no? —preguntó Andrea.

—No, yo voy a recuperar a mi amigo, Elisa a Max y tú… —dijo Sol levantando la mano sin saber qué decir.

—¿Ves?, ni siquiera puedes terminar, soy la más patética criatura del universo —espetó Andrea. Elisa se carcajeó de lo dicho por ella.

—Tú convéncete de Leonardo, le gustas, igual a Erick, ¿cuándo habías tenido a dos chicos detrás de ti? —dijo Sol.

—Ninguno me interesa, son mis amigos —contestó Andrea.

—Pues no los has tratado realmente, sólo te has dedicado a sufrir por Alberto, así que yo creo que deberías intentar un poco más —respondió Elisa.

—Bueno está bien, hagamos algo. Yo ya estoy cansada de ser la sonsa que nunca se queja ni hace nada, ustedes hagan lo suyo y yo me dedico a mí, a cambiar quien soy, creo que eso es mejor que darle alas a Leonardo o a Erick —contestó Andrea.

—Pero eres muy linda —dijo Sol.

—Sí, eso es lo que todos dicen Sol, pero no me gusta, no me gusta que piensen que linda niña, ¡ay que romántica! Cuando veo que el amor es pura basura.

—Okay, te apoyo en tu revolución —dijo Elisa.

—No me agrada, pero está bien. ¿Sí seguirás escribiendo sobre romance? —preguntó preocupada Sol.

—Claro, eso no lo dejo, sólo ya no seré la niña buena y tonta —contestó Andrea.

—Te apoyo, ¿y Karla? —dijo Sol.

—¿La ves aquí? Karla siempre ha sido harina de otro costal, pero ustedes nunca lo han querido ver —respondió Elisa.

—Yo siento feo con ella, es nuestra amiga —dijo Andrea.

—Corrección es amiga tuya y de Sol —dijo Elisa haciendo una cara de desagrado y riendo—. Yo nunca la he considerado mi amiga. Ella está muy bien con Oliver.

—Eso sí. Las afectadas somos nosotras y hace rato que le marcamos todavía presume que mañana irían a la cafetería juntos —dijo Andrea.

—Pues entonces es un hecho, vamos a luchar —gritó Sol con emoción—, pongan su mano al centro.

—¡Vamos a luchar! —exclamó Elisa.

—¡A luchar! —dijo Andrea emocionada.

El hartazgo de las cosas es lo que en ocasiones te hace realizar un cambio y estas chicas ya estaban empezando a hartarse de que siempre las subestimaran. Andrea siempre dijo que este año sería un año en su vida que jamás olvidaría y a la fecha lo recuerda con mucha añoranza.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Capítulo 13 Obsesión

Capítulo 8 La Pijamada