capítulo 6 Una buena escritora.


Una buena escritora

An old man turned ninety—eight

He won the lottery and died the next day

It's a black fly in your Chardonnay

It's a death row pardon two minutes too late

Isn't it ironic... don't you think?

It's like rain on your wedding day

It's a free ride when you've already paid

It's the good advice that you just didn't take

Who would've thought... it figures

 IRONIC — Alanis Morissette.

Todos los compañeros de Andrea sabían que ella escribía, todos los días sus libretas pasaban por todas las filas del salón y leían lo que ella había escrito, sus compañeras suspiraban, algunas le hacían preguntas, pero recordemos que Andrea le había dado la libreta a la maestra Claudia y a la hora del receso ella le diría qué opinaba al respecto de su obra. Aparte iniciarían los ensayos de la pastorela.

Andrea vio que la maestra Claudia estaba en el escritorio con su libreta y se acercó a ella muy nerviosa.

—Andrea… —dijo la maestra, Andy apretaba los puños—, es muy buena.

—¿En verdad lo cree?

—Sí, tienes trece años. ¿Te imaginas si te dedicaras a esto de lleno? ¿Cómo es que se te ocurren estas cosas?

—No lo sé.

—Anoche estaba terminando el capítulo tres y me molesté de no tener el cuatro —dijo la maestra con una enorme sonrisa.   Andrea se sentía muy emocionada de oírla—. Sí, hay que corregir ortografía y algunas cosas de estilo, pero es buena. ¿La pastorela la escribiste tú?

—Sí —contestó Andrea.

—Pues veremos qué tal sale, el caso es que tus compañeros saben que escribes y les gusta leerte, tienes un público, pequeño, pero lo tienes. ¿Tus padres saben de esto?

—No, nadie sabe, me da mucha pena que lo sepan.

—¿Por qué?

—No lo sé, sólo siento que no es algo que sea importante, de hecho, toda mi vida he pensado que estoy loca, al crear todas estas historias, cuentos y cosas, hacer diálogos en mi cabeza mientras me baño o estoy sola, eso no es muy normal —dijo Andrea.

—Eso es lo que hace una persona creativa Andrea y tú lo eres. Si tienes más, quiero seguir leyendo, creo en ti.

—Le pediré a Melissa la libreta del capítulo cuatro al seis, creo que ella la tiene — dijo Andrea con emoción.

—Por otra parte. ¿Qué pasó con Alberto? —cuestionó la maestra.

—Nada. ¿Qué es lo que iba a pasar? Me dijo lo que todos saben, que no soy muy abierta y que soy fría como hielo, aunque creo que mis amigas no piensan eso.

—Porque con ellas has empezado a compartir todo y te abres más, pero he visto que con los demás siempre estás a la defensiva. ¿Por qué?

—No lo sé, tal vez ya me acostumbré tanto a que se burlen de mí, que pongo un escudo protector antes de sentir el golpe —dijo Andrea suspirando, justo cuando la campana sonaba.

Alberto vio que ambas platicaban, él fue a su lugar nervioso, Andrea se fue a sentar.

—¿Ocurre algo? —preguntó Alberto.

—No, para nada —dijo Andrea con una sonrisa.

—Okay —dijo él.

Andrea miraba a Alberto, en verdad sentía algo por ese muchacho, pero también se sentía un poco atrapada, era joven, sus padres no le tenían mucho aprecio, él tenía una vida complicada, pero siempre estaba ahí para ella, extrañamente siempre aparecía cuando le necesitaba. 

Sol comenzó a hacer lo mismo para Iván, ellos se veían todos los días en la biblioteca y hablaban durante todo el receso, al parecer caras vemos y corazones no sabemos, pues Iván también tenía una historia muy extraña, él era hijo de su papá, pero no de su mamá y era por eso que Max y él no se llevaban tan bien, es más, en ocasiones parecía que se odiaban, por lo que Iván tenía bastantes problemas emocionales. ¿Quién lo escuchaba y tomaba su mano? Sol, ella se convirtió en su mejor amiga y siempre lo he pensado, se me hace que era más que una simple amiga.


Como todas las tardes las chicas estaban en la casa de Andrea, platicando y oyendo música.

—¿Ya besaste a Iván? —preguntó Elisa a Sol.

—No. ¿Por qué haría eso? Es mi amigo —respondió nerviosa.

—Porque te gusta, se supone que tu plan es ser algo más que su amiga —dijo Karla.

—No, yo ahorita sólo quiero escucharlo, le hace falta mucho cariño, su mamá no lo quiere —comentó Sol.

—¿Cómo puede haber mamás que no quieren a sus hijos? Según la maestra Cecilia a Alberto tampoco lo quiere su mamá y que por eso es como es —cuestionó Andrea. Sol se quedó callada.

—¿Qué acaso no estoy yo de ejemplo? Mis papás se pelean por no tenerme, o sea, por lo regular los padres pelean la patria potestad, aquí es al revés, por eso vivo con mis tíos y mi abuelita —dijo Sol un tanto triste—, creo que por eso me llevo tan bien con Iván, somos iguales.

—Bueno, no todo mundo tiene la suerte de nacer en una familia unida. Perdón Sol, pero así es —dijo Karla.

—No te preocupes, es cierto, pero lo que sí he pensado es que este tiempo que hemos estado juntas me ha servido mucho, no pensé querer a alguien como las quiero y creo que eso es lo mejor de mi vida en estos momentos —dijo Sol.

Eso es lo que todas las personas dicen, no me importa, pero en el fondo estamos rotos, no sabemos qué hacer con nuestra soledad y buscamos otras formas de expresarla, algunos reprobando materias, algunos caen en vicios y Andrea se expresaba a través de sus historias. 


Los ensayos de la pastorela comenzaron y Alberto miraba a Andrea como diablo, en verdad esa dulce chica era buena actuando, reía maliciosamente, era coqueta, era el diablo en viva piel, pero ¿cómo no ser una buena actriz?, si llevaba desde los siete años actuando que todo estaba bien con ella, sentía que actuando y escribiendo tenía dominada la situación, porque ella sabía el desenlace.

Los ensayos terminaron y todos guardaron sus cosas, Alberto estaba a su lado como siempre.

—Jamás pensé que fueras buena actuando. Hasta te ves linda cuando coqueteas. —dijo él, sonrojando a Andrea.

Me lleva, una vez más me la va a acelerar y luego pum, para abajo.

—Gracias —respondió ella nerviosa.

—¿Cómo es que puedes escribir todo esto?, digo estábamos en los ensayos y todo mundo estaba a las risas Andrea, esto es bueno.

—Nunca lo he sabido, pero si hace reír a todos en la escuela, créeme que me sentiré muy, muy halagada, sería fantástico —contestó ella.

—Creo que voy a terminar con Rosalía —dijo Alberto soltando la bomba.

Y Puff. Andrea se quedó impactada con la declaración del muchacho, era algo como para correr a comentar con las chicas.

—¿En verdad? —preguntó ella.

—Sí, tiene tiempo que no me siento bien con ella —contestó Alberto.

—Ya veo. ¿Hay alguien más? —preguntó la chica con esperanza de oír “tú”.

—Sí, pero como ya te lo había dicho, está fuera de mi alcance.

—¿Por qué Alberto? ¿Por qué esa chica está lejos de tu alcance?

—Por cosas que no comprenderías, pero bueno, te veo luego —dijo él retirándose.

¿Sería que se refería a ella? Pero ella no se consideraba una persona inalcanzable, al contrario, era una chica sencilla, ella sonrió y corrió a hablar con sus amigas, pero cuando llegó al salón, nuevamente Elisa estaba peleando con Max desde su lugar favorito, Sol estaba en la biblioteca y Karla ahora hablaba con Oliver, se sentía emocionada, sentía que él verdaderamente sentía algo por ella y ella en el fondo lo sentía por él. «¿Por qué no podían estar juntos? ¿Era la edad?» Bueno, ciertamente ella tenía trece años y el quince, tener un novio a esa edad era una locura, pero al menos decir “me gustas” era válido, ¿no? Andrea no soportó más y se acercó a Elisa.

—Va a dejar a Rosalía —dijo Andrea con emoción.

—Ya era hora, sinceramente no sé qué hace con ella, si se ve que se muere por ti —dijo Elisa.

—Pero dice que la chica que le gusta es inalcanzable —comentó Andrea.

—Espera un minuto —dijo Elisa—. ¡A ESO LE LLAMAS JUGAR, INÚTIL! —gritó Elisa a Max—. Prosigue.

—¿En verdad eso funciona?

—Pues es lo que me ha dado resultado —respondió su amiga.

—Vaya, tal vez debo intentar insultarlo.

—No hermosa, tú no haces eso, tú eres fría, pero no grosera, eres tierna, pero tienes muy bien establecidos los límites y por otra parte definitivamente eres tú —contestó Elisa.

Lo sé, para tener trece años tenían un vocabulario muy telenovelesco, pero no miento así hablaban ellas, me sigo preguntando por qué. Andrea era escritora, se entiende un poco, pero ¿y sus amigas?

—Yo soy alcanzable —dijo Andrea.

—Por supuesto que no Andy, eres la hija de Milani, eres la niña buena, hija de papá, que se lleva con casi todos los chicos, eres, dentro de lo que cabe, una chica con una casa sin problemas. Él es dinamita pura, problemático y no lo quieren en su casa y por lo que dices ni en la tuya. Eres todo lo que él quiere, pero que siente que no merece —respondió Elisa dejando a Andrea con la boca abierta.

¿What? Elisa, la persona más desordenada del mundo, acababa de dar una respuesta de cinco estrellas, Andrea estaba sorprendida por lo dicho por Elisa, pero ella tendría que ver cómo hacer que Alberto sintiera que ella era una persona alcanzable para él. ¿Cómo? Portándose mal no era una opción ya que le tenía más miedo a lo que le dijeran sus padres que cualquier cosa en el mundo. Entonces pensó en algo, ella era una mujer y actuaba como una niña, tal vez si empezaba a actuar más como Elisa, Karla, Rosalía, después de todo, dijo Alberto que le gustaba cómo interpretaba al diablo. ¿O no?

—¿Me podrías comprar pinturas para aprender a maquillarme? —dijo Andrea.

Parecía que Elisa había escuchado música en sus oídos, si algo amaba Aldana con todas sus fuerzas era el maquillaje, a la fecha tiene colección de brochas, pinturas y cientos de cosas para maquillarse.

—¿En verdad? ¿Ya te vas a empezar a arreglar? —preguntó Elisa sorprendida.

—Bueno, soy una mujer, tengo que empezar. ¿O no? Digo, cumplo catorce hasta agosto, pero el próximo año serán todas las fiestas de quince años.

—Será un gusto mostrarte el arte de la pintura y cómo coquetear —dijo Elisa volteando a la cancha. ¡Corre, enano! —Ambas rieron y Andrea negaba.

Y efectivamente, ese día en la tarde todas se dedicaron a enseñarle a rizarse las pestañas, poner rímel, un maquillaje sencillo no vulgar, no olvidemos que tenía trece, entre risas y burlas, le enseñaban a caminar y sí, de ahí comenzó todo, desde tirar el lápiz a propósito, hasta. “¿Me explicas esto?” Las miradas. ¿Daban resultados? Bueno, él a la hora del receso ya no iba con Rosalía, se quedaban en el salón los dos a platicar, creo que sí daba resultado.

—¿No se va a enojar Rosalía de que no la veas? —preguntó Andrea.

—Que se enoje —dijo Alberto estirando su libreta y viéndola de reojo—, me gusta como te ves con los labios así, la pastorela es mañana.

—Lo sé, estoy más nerviosa por si les gustará la historia que por si se me olvida mi libreto —dijo entre risas.

—Yo creo que memoricé bien el libreto, pero si se me olvida me puedes decir. ¿Has pensado en qué estudiar?

—Voy a ser maestra —contestó Andrea, dejando a Alberto extrañado.

—Pensé que serías escritora —dijo Alberto.

—Siempre he querido ser maestra —contestó Andrea.

—¿En verdad? O, ¿sólo lo haces porque tus papás lo son?

Buena pregunta.

—Bueno, escribir lo puedo hacer siendo lo que sea, no lo voy a negar, en un principio sí pensé en estudiar para eso, pero creo que todos pueden escribir siendo lo que sean al final. ¿No?

—¿En verdad tienes trece? —preguntó entre las risas de ambos—. Siempre sabes que contestar.

Alberto tomó la mano de Andrea, ambos se miraban, Alan entró al salón y viendo la escena gritó.

—¡YA CAYÓ! —gritó Alan, Alberto se levantó de golpe y le metió un empujón—. ¿Qué te pasa?

—¡Cállate, idiota! —dijo Alberto molesto.

—¿Qué tiene que te guste Andrea? ¿Quieres sacar buenas calificaciones? —dijo Alan burlonamente.

—¡Que te calles idiota! —gritó Alberto.

Ambos chicos comenzaron a empujarse, al ver eso Andrea corrió a separarlos, Elisa que siempre estaba frente al salón hizo lo mismo y todo mundo empezó a correr para ver el pleito, fue cuando plash.

—¡NO ME GUSTA! —gritó Alberto, de repente se detuvo y miró a su amiga—. Andrea…

No hay como un golpe de realidad, por eso eran mejores las letras pensaba Andrea, el prefecto llegó por los chicos.

—Alberto, Alan a la dirección —dijo el llevándoselos.

—Andrea… —dijo Elisa.

Pero si algo no soportaba Andrea, era la compasión.

—¿Qué? No pasa nada, yo estoy bien, simplemente que bueno que lo dijo, ya quedó claro todo, ¿no? —dijo Andrea, sentándose en su lugar, tomando su libreta y regresando al mundo donde era verdaderamente feliz.

¿Ven cómo era buena actriz? Andrea era de las personas que hacía que las cosas no le importaban, pero por dentro sentía como todo se derrumbaba, esa tarde las chicas fueron a la casa, ella no quería tocar el tema, pero fue imposible desviarlo más.

—No entiendo. ¿Por qué le da pena que sepan lo que siente? —preguntó Sol.

—Yo digo que debe ser porque soy gordita. ¿Quién va a andar con la gorda? Max ve a escondidas a Elisa, Iván te ve en la biblioteca. ¿No lo ven? Les gustamos o sienten algo y no lo externan porque tenemos más grasa que belleza —dijo Andrea.

Todas la miraron, fue cruel, les tiró a todas, después se sintió mal de haberles dicho eso, pero ya estaba hecho. Ellas tenían la ilusión y ella se había encargado de tumbársela.

—Es cierto lo que dices, pero ellos al menos lo han dicho, se ven a escondidas, bueno, es su forma de ser, recordemos que somos jóvenes y que esto prácticamente es un juego, tal vez nos estamos tomando muy en serio todo —dijo Karla.

—Tal vez, yo sólo soy amiga de Iván y estoy segura que en cuanto Alberto termine con Rosalía, él correrá con ella —contestó Sol.

—Yo tampoco quiero que me vean con Max —dijo Elisa, todas la miraron—. Si me llegan a ver con él, pensaran que soy débil y yo no soy eso, yo soy Elisa, a la que todos le temen.

—Entonces la única frágil aquí soy yo en realidad —dijo Andrea—. Lo siento, no quise bajarles la moral.

—Nosotras siempre te hemos visto como la tierna y romántica de las cuatro, por Dios Andrea, nos haces suspirar con lo que escribes, no dejes que lo que él dijo arruine quién eres —comentó Sol.

—Sí —dijo Andrea.

Pero todas las chicas hacen lo mismo, cambian quien son por un idiota y caemos en la frase todos son iguales y la verdad no lo son, la única que es igual eres tú y tú eres la que comete un error tras otro… Andrea no dejó de pensar esa noche, tal vez había visto cosas y señales que no eran, después de todo eso llega a pasar, él iba en las tardes a su casa realmente a ver a su padre, no a verla a ella, él le decía todas esas cosas lindas porque en verdad quería ser atento con ella, nada más. Una puede llegar a malinterpretar muchos lindos gestos y pensar que es algo más. Andrea se durmió pensando en ya no ser la chica que pensaba que todo era un gesto romántico y despertó siendo lo que tenía que ser, el diablo de la pastorela.

Llegó temprano a la escuela, revisó la escenografía y que todo estuviera en orden, el maestro Luis estaba junto a ella.

—¿Estás lista? —preguntó el maestro.

—Si esto sale bien, será uno de los mejores momentos de mi vida maestro, porque quiere decir que mi trabajo es bueno —dijo Andrea.

—Pues ve a cambiarte y veremos en que termina —comentó el maestro con una sonrisa.

Andrea corrió a cambiarse, era la hora de la verdad, todos sus compañeros de teatro se estaban arreglando, pintando bigotes, barbas, Karla se estaba poniendo su traje de Virgen, se veían y Andrea no podía controlar la enorme sonrisa, en eso entró Alberto y puso sus cosas a un lado de ella.

—Debemos hablar, Andrea —dijo Alberto.

—Sí, tienes razón, llegas tarde cámbiate —dijo ella regañándolo y retirándose del lugar, Alberto la siguió con la mirada. Karla vio lo ocurrido y se acercó a él.

—¿Qué pasa? —preguntó Alberto a Karla.

—Déjala Alberto, si en verdad te interesa Andrea, ya no la busques de ese modo, mira yo creo que sientes algo por ella, pero no tengo idea de que pase por tu cabeza, eso de que estés un día bien y tres no, le causa más daño que hacerla sentir bien —dijo Karla.

Alberto se puso serio y la miró.

—¿Qué les dijo ayer? —dijo él desesperado.

—Piensa que es por su peso, como siempre —contestó Karla.

—¿Puedo decirte algo?, pero... prométeme que no saldrá de aquí —dijo Alberto.

Karla se quedó pensativa, ella era su amiga y sí él le decía algo bueno. ¿Qué debía hacer?

—Adelante —dijo Karla.

—No sé qué siento por ella, me encanta estar cerca de Andy, platicar de todo, bromear, pero… no es su peso lo que me preocupa, sino quien es. —Se quedó callado y pensativo.

—¿Qué? —preguntó Karla expectante.

—Mi vida es una mugre Karla. Yo amo la forma en la que se lleva con su papá, yo no podría hacer que ellos se pelearan por mí culpa, no quiero ser esa persona. Sé que todos piensan que soy un mal chico y si ando con la hija del maestro… ellos discutirán. Prometiste no decir nada y espero que lo cumplas.

—Sí, ahora cámbiate —dijo Karla.

Cuando se dio la tercera llamada, el show comenzó y con ello las risas, Andrea se emocionaba, cada vez que oía a sus compañeros reír, los veía atentos y cada grupo que entraba terminaba aplaudiendo, al finalizar todos se tomaban de la manos y hacían una reverencia, en verdad tenía talento, lo había demostrado, la pastorela fue un éxito, se presentó desde primaria hasta secundaria, Sol y Elisa no paraban de aplaudir en la última puesta en escena, cuando Andrea salió de ahí por última vez, corrió emocionada y a quien se topó, como siempre, fue a Alberto.

—¡Lo lograste! —gritó emocionado.

—Así es. ¡Oh por Dios! ¿Oíste las risas, los aplausos? ¡En verdad puedo lograrlo! ¡Puedo tener un futuro escribiendo!

—Es sólo que quieras —dijo él.

—No es tan fácil, pero lo seguiré intentando. Gracias. ¿Irás al rato a mi casa? —preguntó Andrea.

—No, creo que pensé bien las cosas e iré a ver a Rosalía, la he dejado sola mucho tiempo.

—Entiendo —dijo Andrea haciendo una cara graciosa—. Es tu novia, ella es a quien debes ir a ver en realidad —contestó riendo, con dolor, pero riendo. 

—Lo de ayer… Andrea —dijo nervioso.

—Descuida, tú tampoco me gustas —dijo con dureza Andrea, dejándolo impresionado—, yo no tengo tiempo para eso, lo único que realmente me importa está en mi cabeza.

—Vaya… —dijo dolido de lo que ella decía—. Creo que estamos parejos —respondió Alberto dando la vuelta y yéndose.

Le dolió decirlo, pero después de los aplausos y las risas, se dio cuenta de que tenía talento y que posiblemente era mejor estar sola como él había dicho, las chicas llegaron y de inmediato su rostro cambio a risas y carcajadas, sentía que a pesar de lo ocurrido había tenido una victoria, una enorme que le daba confianza en ella, eso era lo que le hacía falta, no él.



Nos vemos en enero.


 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Capítulo 12 Muriendo Lento

Capítulo 13 Obsesión

Capítulo 8 La Pijamada