capítulo 4 Elisa Aldana
Elisa Aldana
Highway to Hell —AC/DC
Living easy, living free
Season ticket on a one—way ride
Asking nothing, leave me be
Taking everything in my stride
Don't need reason, don't need rhyme
Ain't nothing
I would rather do
Going down, party time
My friends are going to be there too
I'm on the highway to hell
Highway to hell
Cuando oyes hablar de Elisa Aldana no puedes evitar pensar en rock,
porque ella es dinamita pura, nació en abril del ochenta y tres, sus padres ya
eran grandes cuando esta chica dinamita llegó a sus vidas. Su padre era doctor
y su madre enfermera, ganaban bastante bien, aparte de ser su padre muy bueno
en los negocios. Elisa siempre lo decía “Era una princesa” y no mentía era
tratada como una, desde pequeña tenía los juguetes que quería en el momento que
los quería, las fiestas de Elisa siempre eran enormes e increíbles eventos, una
ventaja que tenía y de la que presumía: era la única hija del matrimonio, por
eso se desbordaban en regalos y caprichos para su heredera.
Sin embargo, el estar sola, sin hermanos también la hizo sentirse un
tanto solitaria por lo que de pequeña tuvo que crear a sus propios amigos y
personajes en la vida, tenía tantos amigos imaginarios que de repente decía que
los mataba o desaparecía cuando ya habían colmado su paciencia. Todos,
absolutamente todos sus amigos, conocían la historia de cuando arrojó a su
amigo imaginario de la rama de un árbol, pues este se quería pasar de listo. El
tenerlo todo cuando ella quería, la hacía que se sintiera fuerte y poderosa
siempre, eso mismo le ayudaba a tener una autoestima alta, pero cuando conoció
a Sol y a Andrea encontró en ellas todo lo que siempre había querido, unas
hermanas y el que se hubieran metido con una de ellas era inaudito, por lo que
explotó como lo vimos en el capítulo anterior.
La directora mandó a llamar a los padres de Elisa, pero para ser los 90
'S eran bastante del estilo del siglo veintiuno, eran muy tolerantes y casi
nunca le llamaban la atención, a menos de que en verdad hiciera una estupidez
muy, muy grande.
Esa misma tarde, las chicas se reunieron en casa de Andrea como siempre
y platicaban acerca de lo ocurrido esa mañana en la escuela.
—¿Qué te dijeron tus papás de lo que pasó? —preguntó Andrea.
—Nada, sólo les dije que me había molestado y que mi psicóloga me dijo
que esos sentimientos no deben guardarse.
—Tan fácil como eso —dijo Sol riendo.
Como les decía, los padres de Elisa eran… diferentes a los de aquel
tiempo, de hecho, yo creo que estaban muy adelantados a su época, eran de la
idea de no ser padres, sino amigos de su retoño, por lo que Elisa siempre
encontraba la forma de salirse con la suya.
—Si yo hubiera hecho eso, me habrían castigado un mes —dijo Karla.
—A mí me hubiera ido peor, mis tíos me hubieran mandado con mi mamá a
Veracruz y mis padres pelearían por quien se haría cargo de mí, aclarando que
ninguno me quiere con ellos —comentó Sol.
La historia de Sol también es muy interesante, pero se las platicaré un
poco más adelante.
—Yo no sé qué me harían a mí, realmente nunca he hecho algo que me lleve
a la dirección, bueno, si he ido, pero nunca han sido aprietos grandes
—contestó Andrea. ¡Ay querida! A partir de aquí
en adelante, Andrea visitaría la dirección casi todos los días—. Mañana
es sábado, ¿irán a los talleres?
—Sí, pero sinceramente yo quiero cantar —dijo Elisa con emoción.
—Bueno, el hecho de que todo el tiempo estemos juntas no quiere decir
que tengamos que tomar los mismos talleres, ¿o sí? Por ejemplo, a Andrea le
gusta el teatro, escribir y bailar. Karla va a inglés, relaciones humanas,
matemáticas y nosotras al canto —expresó Sol.
Andrea, el año anterior a ese había estado en el taller de coro, ganando
el primer lugar en el concurso de escuelas, de lo cual estaba muy orgullosa,
sin embargo, al cambiar a su maestro, decidió abandonar el barco. A Sol y a
Elisa les encantaba cantar, más a Sol, se sentía Celine Dione.
—Yo el año pasado gané el concurso de coro y tenía, pintura, teatro,
danza, coro, relaciones humanas y manualidades —comentó Andrea.
—Estás completamente loca, te metes a demasiadas actividades jajaja
—dijo Karla.
—Sí, ¿verdad? Bueno es que en realidad siento que siempre debo estar
ocupada, de lo contrario empiezo a sentirme… muy nerviosa y desesperada —dijo
Andrea, recibiendo la mirada de todas—, lo sé, estoy loca, pues entonces mañana
cada quien estará por su lado.
Ya se estaba acostumbrando a estar con ellas todo el tiempo, pero era
cierto lo que decía Sol, no podían estar todo el tiempo como muéganos, tenían
que tener sus momentos en solitario, así que, al otro día, Andrea entregó la
pastorela al maestro Luis.
—Muy bien Andrea, quedó muy pronto, me asombra lo rápido que escribes.
Bien chicos pues ahora hay que ver personajes.
—Yo quiero participar maestro, pero, de hecho, escribí mi personaje,
seré el diablo dos —dijo Andrea con una sonrisa.
—¿Y quién te va a creer eso? —preguntó Alberto.
—¿Acaso no la has visto? Es una buena actriz —contestó Toño.
—Bien, pues vayamos haciendo la selección de los papeles.
Cada quien escogió su papel. Alberto era nuevo en teatro. ¿Y por qué
creen que se metió? Quién sabe. Los talleres iban avanzando, Elisa y Sol
hicieron su prueba de canto y pasaron, por lo que ahora eran parte del coro de
la escuela y estaban tan emocionadas que querían ir a festejar.
Alberto y Andrea iban saliendo de teatro, los dos caminaban juntos, ella
se sentía nerviosa de ir con él y sonreía tímida.
—Lo de ayer fue una locura. ¿No? —comentó Alberto.
—Ni que lo digas, Elisa es muy buena amiga, pero un tanto explosiva,
aunque no te voy a negar que me encantó que me defendiera, nadie lo había hecho
—dijo Andrea, él se detuvo de forma abrupta y la miró irritado.
Elisa y Sol salieron del coro, topándose con ellos en la jardinera
central de la escuela.
—Vámonos de pinta —propuso Elisa.
—¿Qué? —preguntó Andrea incrédula.
—Sí, tengo ganas de ir a comer aros de cebolla a la plaza y jugar
maquinitas —dijo Sol.
Para los chicos de la nueva onda, las
maquinitas eran lugares donde imaginemos había muchos Xboxs o Play
Stations conectados, eran los lugares donde se reunían los jóvenes de todas
las escuelas a tomar refrescos, malteadas o botanas, mientras jugaban.
—Nunca me he ido de pinta —compartió Andrea con sus amigas.
—Pues entonces será la primera vez —contestó Elisa.
Andrea estaba indecisa… si sus papás se llegaban a enterar le llamarían
la atención y lo más seguro es que la castigarían un tiempo, pero, por otro
lado, siempre llegamos a la frase: “sólo se vive una vez”.
—Está bien, pero tenemos que regresar a la una para que cuando venga mi
papá por mí no se de cuenta que me fui —contestó Andrea. Al ver eso, Alberto
dijo con rapidez.
—Yo voy con ustedes.
—¿Por qué? —preguntó Sol.
—No las voy a dejar que anden solas en las maquinitas, son cuatro
chiquillas de trece años y menos con una novata —dijo presuntuosamente Alberto.
—¿La novata soy yo? —preguntó Andrea.
—Sí, yo diría que obedezcas a tu papá, pero si te vas, me voy contigo
—respondió el chico.
Andrea lo miraba maravillada. «¿En serio? ¿Por qué hacía eso?
¿Y la novia?»
—¿Y Rosalía? —preguntó sarcástica Andrea.
—Que se vaya a su casa cuando salga —respondió Alberto.
—Te van a pegar, Alberto —contestó Sol con voz burlona.
—Pues vámonos, a mí no me interesa si le pegan a este menso —dijo Elisa.
—¿Y Karla? —preguntó Andrea.
—¡Ay! ¿Por qué tenemos que llevar a Karla?, yo la aguanto por ustedes,
pero a mí no me pasa, me choca que todo quiere hacer como yo —dijo Elisa.
—Deberías sentirte honrada de que alguien quiera imitarte —comentó
Andrea sonriendo.
—Pero está en clase —externó Elisa con acidez.
—Adelántese, yo la saco, ¿se les olvida que soy el maestro del
escapismo? —presumió Alberto.
Ellas comenzaron a
caminar a la puerta, el sábado sinceramente podían salir cuando quisieran, pero
al papá de Andrea no le agradaba eso de andar de pinta, bueno en realidad no la
dejaban salir a ningún lugar sola, a la escuela la llevaba él y todos los días regresaban juntos,
así que, a sus trece, ella no sabía cruzar la calle sola ni que taxi o camión
tomar para regresar a su casa en caso de necesitar transporte público, la
ciudad no era tan grande tampoco ni difícil de llegar a casa, pero el nervio es
el nervio.
—¿Que se vaya sola Rosalía? —dijo Sol entre risas—. ¿Va con nosotros
porque eres novata? —continuó riendo Sol.
—Te cuida demasiado el chico. ¿No? —comentó Elisa.
—A lo mejor me ve como a su hermanita. Tú me defendiste ayer.
—Yo no creo que te vea como a su hermanita y yo te defendí porque nadie
se mete con mis amigas y la gente que quiero —dijo la imponente chica.
—Por eso yo creo que también Rosalía la trae con nosotros, por ti
—expresó Sol.
—Quien sabe, pero a mí no me dice nada él, cuando va a la casa sólo
platicamos de deportes, videojuegos y cosas de la escuela —compartió Andrea.
—Pues yo si pienso que quiere algo más, pero no me creas —dijo Elisa.
Karla y Alberto, llegaron y todos se fueron a la plaza, anduvieron
jugando maquinitas por todos lados, entraron a la cabina del karaoke, jugaban a
lanzar pelotas o encestar canastas. Terminaron en un lugar comiendo papas a la
francesa y aros de cebolla los cinco. Andrea y él estaban sentados juntos, ella
lo miraba y temblaba de sólo verlo «¿En verdad la vería como a su
hermanita?».
—¿Ya oyeron que habrá un torneo de fútbol rápido en la escuela?
—preguntó Elisa.
—Podríamos jugar, yo siempre juego con Alex y mis primos.
Pablo, el primo de Andrea, iba a la
misma secundaria que ella iba un año más arriba, en realidad Alberto y él
habían sido compañeros en el salón, si se hablaban, pero no tenían una gran
relación.
—Es de cinco integrantes, nos falta una —dijo Sol.
—¿Por qué no le decimos a Adriana? Patea como niño —comentó Karla.
—¿Alguna juega fútbol aparte de Andrea? —preguntó Alberto.
—¿Qué tan difícil puede ser patear un balón? —preguntó Sol.
—Mi historia es la misma que la de Andrea, soy la prima entre puros
hombres —dijo Elisa.
—¿Y ustedes dos? —remarcó Alberto.
—Pues como ya dije le hacemos la lucha y con Adriana será excelente
—contestó Sol.
—Sí tú lo dices —dijo Alberto con una sonrisa, miró su reloj y su rostro
palideció.
—¡Andrea… es la una y cuarto! El maestro se va a enojar —exclamó
Alberto.
Se quedó helada, cerró sus ojos, agarró sus cosas y salió corriendo,
pero regresó de inmediato.
—No sé llegar a mi casa. ¿Qué taxi debo tomar o autobús?
Papás, yo sé que los tiempos son
difíciles, pero creo que siempre hay que enseñarles a nuestros hijos cómo
llegar a casa por todos los medios posibles, pues esta bobita no tenía idea de
cómo llegar rápido tomando transporte público.
—Te llevo, vamos —dijo Alberto levantándose.
Las chicas al ver eso se empezaron a reír. ¿Te llevo? Qué preocupado era
este muchacho. ¿No? Andrea iba temblando en el asiento, ya no llegó a la
escuela, se fue directo a su casa.
—Déjame aquí, si me ven llegar contigo van a pensar
otra cosa —dijo Andrea—, van a pensar que me fui contigo.
—Sí ibas conmigo —dijo él.
—Sabes a lo que me refiero.
—No quiero que te regañen, te dije que no era buena idea —comentó
Alberto.
—Es que nunca había hecho algo así, pero me divertí mucho —expresó
Andrea con una enorme sonrisa.
—Me divierto mucho contigo… —dijo el chico, ambos se miraron un rato
largo.
—Yo igual… —contestó nerviosa.
Se sentía una tensión, ambos se miraban, pero no decían más, Andrea oyó
ruido en la puerta de su casa y de inmediato se despidió para que se fuera y
poder tocar. Abrió la puerta su madre, que se veía bastante molesta.
—¿Dónde estabas, Andrea? Tu papá está muy enojado —exclamó Laura con un
tono de molestia.
—Es que me invitaron a comer —respondió Andrea.
—Pues tienes que avisar, ve a ver a tu papá porque está muy enojado
—dijo Laura.
Andrea fue a ver a su papá y sí, efectivamente estaba tan enojado que le
dejo de hablar durante toda la semana. Lo único que le dijo fue…
—Andabas con Aldana. ¿Verdad? —dijo Diego molesto.
—Sí —contestó Andrea sin mentirle a su padre.
—Está bien —dijo él saliendo de la habitación.
Efectivamente, la idea había sido de Aldana, pero Andrea quería
experimentar que era romper una regla. El lunes en la escuela, las amigas ya
estaban platicando al respecto de lo ocurrido.
—¿Y bien? —preguntó Elisa.
—No me habla mi papá —dijo Andrea—. ¿Eso es malo cierto?
—Eso es normal para mí —contestó Sol con sarcasmo—, aunque a mí sólo me
habla una vez al mes y a veces ni eso.
—¿En serio? Bueno, pero tus papás tienen problemas entre ellos —dijo
Andrea con poco tacto—, lo siento.
—Déjalo, estoy acostumbrada —dijo Sol.
—Lo sé y no está bien tampoco lo que te pasa, pero para mí no es nada
normal esto, siento feo, mi papá y yo hablamos siempre.
Karla llegó con ellas a la mesa y se sentó.
—Hola, ya nos inscribí —dijo la pequeña Karla. Las tres chicas se
sorprendieron.
—Pero no dijimos que sí, era un supuesto —dijo Elisa.
—Pues ya no lo es, jugamos el viernes contra… —dijo dejándolas en
suspenso—. El equipo de Rosalía, África y sus achichincles.
—No puede ser —exclamó Andrea golpeando su cabeza y sacando la risa de
Sol.
—Es bueno, así puedes enfrentar a tus rivales —enunció Sol.
—¿Crees que soy alguien que enfrente gente? Soy bastante miedosa
—contestó Andrea.
—Bueno yo las dejo voy por mis diez minutos de taco de ojo, adiós —dijo
Elisa dejándolas en la mesa.
Algo muy curioso de Elisa era que cuando le gustaba alguien, no se lo decía
ni era una chica dulce… era bastante peculiar su forma de demostrar cariño.
Elisa todos los días se paraba, religiosamente, diez minutos al día a ver jugar
a Max fútbol y durante ese tiempo sólo gritaba groserías, improperios y más
cosas contra él. ¿Por qué? Porque era su forma de decirle me gustas, ¿Rara?, sí
bastante, pero yo creo que le costaba mucho enfrentarse al sentimiento. Elisa
tenía una reputación en la escuela y nadie, nadie ni los hombres se metían con
ella, claro que Andrea al ser su amiga se sentía cubierta del todo, pero… no
siempre podía estar Elisa con ella.
En esos diez minutos sin Elisa, Sol se fue corriendo a la biblioteca y
Karla fue a observar de forma obsesiva a Oliver, mientras tanto, Andrea estaba
en su salón escribiendo.
—Hola —dijo una de sus compañeras del salón llamada Vanessa.
—Hola Vanessa. ¿Qué se te ofrece? —preguntó Andrea.
—Qué dejes a Alberto en paz —dijo la chica duro y directo.
—Somos amigos, sólo eso Vanessa, a quien deberías de peleárselo es a
Rosalía, no a mí.
—No me importa, a mí me gusta y tú todo el tiempo estás con él, ¿qué no
te ves? Estás toda gorda —atacó Vanessa a Andrea.
—Para empezar, Alberto tiene novia y no soy yo, ve a decirle a Rosalía
que lo deje primero —insistió Andrea.
—Exactamente por eso te odia también Rosalía o lo dejas o te va a ir muy
mal —dijo amenazante Vanessa.
—¿Me estás diciendo que Rosalía te mandó a amedrentarme? —preguntó
Andrea
—No sé qué es eso —dijo Vanessa.
Por eso Alberto le decía a Andrea que no era una chica normal, al
parecer estas jóvenes estaban un tanto faltas de vocabulario.
—Lo siento por hablar con palabras rebuscadas, pero no lo voy a hacer
—dijo Andrea a Vanessa quien le arrebató su libreta—. ¡Dámela Vanessa!
Lo peor que podías hacerle a Andrea en la vida era quitarle su libreta
con sus historias.
—¡Ahora no está Elisa para salvarte! —exclamó Vanessa.
—¡Que me des mi libreta! —levantó la voz Andrea, provocando un empujón
de Vanessa sobre ella—. Es en serio, yo soy tranquila, no te estoy haciendo
nada.
Vanessa no le regresó la libreta, lo que hizo fue aventarla y cuando
Andrea vio eso, al correr por ella, Vanessa la tomó del cabello y se lo empezó
a jalar, ahí fue cuando se empezaron a oír gritos dentro del salón pues ahí
estaba “el Alfredo” un compañero que era gay, pero que para ese tiempo no salía
aún del closet, era el más chismoso de la escuela, con eso hubo para que todo
mundo supiera que en el salón había pleito, el chisme llegó tan rápido que
Alberto estaba con Rosalía y al escuchar que Andrea estaba en una palea, la
dejó ahí parada y salió corriendo por ella.
Andrea estaba tan enojada de que le jalaran el cabello, que como ya
habíamos dicho, la niña sabía defenderse, creció con hombres, ella no era de
jalar el pelo, por lo que le metió un puñetazo a Vanessa en la nariz y otro en
el estómago, con eso tuvo. Todos veían impresionados a Andrea. Elisa, Sol y
Karla llegaron corriendo al salón, también los maestros y Alberto entró, pero
cuando él llegó ya se llevaban a Milani y a Vanessa a la dirección.
—¿Dónde estabas, Elisa? —gritó molesto Alberto.
—Yo viendo el juego, ¿y tú? De seguro con tu noviecita. Estúpido —dijo
Elisa enojada dejándolo sólo.
Andrea estaba en la sala de espera de la dirección, tronaba sus dedos,
movía el pie lo más rápido que podía, primero se fue de pinta y ahora esto, su
papá le dejaría de hablar por meses, pensaba la chica.
—Perdón Vanessa, nunca había llegado a eso —dijo Andrea nerviosa.
—Descuida yo empecé. Fue mi culpa.
Andrea se quedó completamente extrañada de lo que ocurría.
—En realidad sí, pero me van a regañar a mi porque te saqué sangre
—contestó Andrea.
—Bueno, si tú no dices que me mandó Rosalía yo me echo la culpa —dijo
Vanessa.
Andrea se quedó sorprendida al oír eso. ¿En serio? Eran chicos de trece
años, ¿cómo puede operar la mente de alguien de ese modo? Claro que Rosalía
tenía catorce ya casi quince. ¿Mafia dentro de la escuela? "O sea si tú
no dices que me mandó Rosalía…" ¿Qué le pasa? Pero no quería problemas
con nadie.
—¿Me quieren decir que fue lo que pasó? —preguntó la directora. Andrea
miró a Vanessa.
—Me quitó mi libreta y me enojé. Me jalo el cabello y no me gusta que me
toquen —dijo Andrea.
—Esa no es una razón para golpear a alguien —comentó la directora.
—¿Que me jalara el cabello no es una razón para defenderme? —preguntó
Andrea de forma incisiva.
Milani era muy tranquila, pero había algo que no soportaba, la
injusticia y eso le traería algunos problemas, pero cuando así pasaba se
defendía a capa y espada.
—Bueno, cuando pasa algo así, debes acusar con un prefecto o maestro
—contestó la directora.
—¿Y qué iba a esperar mientras me jalaban el pelo a que alguien
apareciera? —dijo Andrea de modo retador.
La directora sonrió y miró a Vanessa.
—¿Qué tienes que decir Vanessa? —preguntó la directora.
—Fue mi culpa maestra, pero ya no va a suceder, ya veo que Andrea se
defiende y ya me dio miedo —contestó.
—Vanessa, tú tienes problemas del corazón y andas haciendo esas cosas.
¿Te imaginas que te hubieras puesto mal? —dijo la directora.
¿Qué ella qué? Cuando Andrea escuchó eso, se quedó impactada. «¿En
serio?» O sea «¿Quién demonios era Rosalía para mangonear a alguien y
decirle ve y pégale? o ¿Ve y pelea?» Pero lo peor no era eso, era que la
obedecían.
—Obviamente hablaré con tu papá Andrea, puedes retirarte.
Diablos, su papá estaba enojado por irse de pinta y ahora esto, Dios se
quedaría toda la vida castigada o que pasaría, bajó y se encontró con Alberto en
las escaleras.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Andrea triste.
—Quería saber que te habían dicho —dijo Alberto.
—Nada, hablarán con mi papá —dijo Andrea mientras los dos seguían el
camino al salón.
—¿Por qué fue el pleito?
Dile, dile que su noviecita te mandó a golpear, casi, casi.
—Me quitó mi libreta, es todo —dijo Andrea bajando el rostro.
—¿Me estás ocultando algo? —preguntó Alberto.
—¿Qué iba a ocultarte? Simplemente me quitó mi libreta y eso fue lo que
me hizo enojar, tú sabes que mi libreta es lo único que realmente me importa
—dijo ella, haciendo que él se detuviera.
—¿Sólo tú libreta? —preguntó él irritado.
—Obvio mi familia y mis amigas también —dijo la chica.
—Gracias, Andrea —respondió retirándose.
Siento que no le dijo nada malo, pero a lo mejor el hecho de decir mis
amigas, tal vez hubiera preferido un mis amigas y tú, pero él tampoco ayudaba
mucho, era novio de la chica que más odiaba a Andrea, ella regresó al salón y
sólo vio el rostro de su padre serio, que era quien estaba dándoles clase en
ese momento, quería que se la tragara la tierra.
—¿Puedo pasar, maestro? —preguntó.
—Adelante, Andrea —dijo con toda seriedad.
Al oír la voz lo sabía, eso no era bueno, ella llegó a su lugar y se
sentó.
—¿Cómo te fue? —le preguntó Elisa.
—Pues al final Vanessa se echó toda la culpa, pero igual creo que hoy no
van a mi casa, hasta que pase el huracán —dijo Andrea.
—Si te sirve de algo… Me gustó ver que te defendieras sola, estás
aprendiendo —dijo susurrando Elisa y con una enorme sonrisa.
—Gracias, Elisa —contestó Andrea con una sonrisa, aunque a su vez con
tristeza.
—Si lo piensan bien, ya lo van a pensar más para meterse con nosotras
—comentó Sol.
—Pues tú y Karla no son mucho de pleito, pero esto puede servir —dijo la
líder del grupo.
—¿Viste a Alberto? —preguntó Karla—. Salió corriendo en cuanto te
llevaron a la dirección.
—Sí, pero creo que se molestó conmigo, porque dije algo que no lo
incluyó —dijo Andrea.
Las clases siguieron su curso, para aminorar lo que había ocurrido, las
cuatro chicas se portaron bien el resto de las clases, pero alguien ya no entró
a lo que faltaba, Alberto desapareció. ¿En verdad le había afectado lo que
Andrea le dijo? Ella se empezó a sentir mal, de que él no estuviera, recogió sus
cosas para salir y caminó hasta la salida, su papá ya la estaba esperando.
—Vámonos, Andrea —dijo Diego.
Pasaron por Alex y Sebas a su salón, tomaron camino para la casa, nadie
decía nada, yo creo que lo peor que puede haber es el silencio incómodo. Porque
no sabes que vendrá después. Llegaron a casa, Andrea le ayudó a su papá a hacer
la comida como todos los días, luego llegó su mamá a comer, ya todos sentados
en la mesa.
—Andrea se peleó hoy en la escuela —dijo Diego a Laura.
Su madre la vio sorprendida, era algo que no podía creer.
—¿Qué pasó? ¿No se suponía que en ese salón ibas a estar mejor? —dijo su
madre.
—Y lo estoy, sólo que una compañera me jaló del cabello, no supe ni por
qué y yo me defendí —contestó Andrea.
—No está bien lo que hiciste, pero si alguien te está molestando yo creo
que lo mejor es defenderse, no te estoy dando permiso de que te pelees con la
gente, sin embargo, si ella te molestó, entonces creo que no estuvo tan mal
—dijo su papá, sacando un ligero suspiro a su hija.
—No debes pelear y menos porque tu papá trabaja ahí, recuerda, debes
cuidar el trabajo de él también —dijo Laura.
—Sí mamá.
—¿Entonces me puedo defender? —preguntó el pequeño Alex de diez años.
—No Alex, no está bien pelear, yo nunca me he peleado —dijo Laura.
—¿Y tú papá? —preguntó Andrea.
Diego se echó a reír, porque algo que tenía el padre de Andrea es que
siempre les platicaba sobre sus aventuras de joven y sabía que ya les había
contado sobre una vez donde un tipo al que todos le temían, él le había hecho frente
ganando el pleito. ¿Había pasado lo mismo? No, porque Andrea no peleó contra
Rosalía, sino contra un achichincle, pero había ganado una batalla. Andrea se
emocionó de no ser regañada ni castigada.
Elisa estaba sola en casa de las dos hasta las seis de la tarde, en
ocasiones, a veces toooodo el día, es por eso que les digo que su vida de
repente era solitaria y esa era la razón por la que le encantaba estar en casa
de Andrea y con Sol. Alguien llamó por teléfono a casa de Elisa.
—¿Bueno? —preguntó Elisa.
Sí, antes tampoco había identificadores de llamada.
—¿Disculpe se encuentra Elisa? —preguntó una voz nerviosa del otro lado
de la bocina.
—¿Quién le habla? —preguntó ella con una sonrisa.
—Soy Maximiliano Berman, podría decirle que le marqué por favor —dijo el
chico de sus sueños, sacándole una enorme sonrisa.
—Soy Elisa. ¿Qué quieres gusano? —dijo romántica como siempre.
—¿Por qué me dices así? —preguntó Max entre risas.
—No lo sé, me nace del corazón —respondió nerviosa.
—Okay… que tierna eres.
—No me has dicho qué quieres.
—Sólo quería saber cómo estás —dijo él.
—Bien. Gracias, ¿se te ofrece algo más? —dijo ella de forma presuntuosa.
—No, sólo quería hablarte —dijo con una sonrisa del otro lado de la
bocina.
—Que descanses, Max —comentó Elisa.
—No, espera, no cuelgues, ¿podemos platicar? —preguntó con nerviosismo
Max.
Pues todo parecía indicar que el plan de conquista de Elisa daba más
resultado que el que estaban empleando todas las demás chicas y así Elisa y Max
hablaron por horas y horas por teléfono, sí, el Max por el que todas se morían
estaba hablando con la líder de las curvas peligrosas, porque así era conocida
Elisa.
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