capítulo 5 Fría como el viento
Fría como el viento
Te recuerdo así
Dejándote admirar
Intocable, inaccesible
Irreal, irreal
Fría como el viento
Peligrosa como el mar
Dulce como un beso
No te dejas amar, por eso
No sé si te tengo
No sé si vienes o te vas
Eres como un potro sin domar…
Fría como el viento — Luis Miguel
Alberto estaba muy, muy molesto por no ser parte importante de la vida de Andrea, en varios días no la fue a ver a su casa y en la escuela le hablaba con monosílabos, estaba demasiado digno y divo, pero Andrea, no era de las que buscaban a las personas, cosa que al chico todavía lo irritaba más.
Por su parte Max y Elisa hacían como que no se conocían en la escuela, incluso se gritaban mutuamente y se molestaban, Karla seguía usando su técnica del acoso y Sol era la que esta semana emplearía una nueva técnica en la biblioteca.
Sí, creo que las mujeres maduran más rápido que los hombres y son las primeras que empiezan a sentir las punzadas en el corazón. Sol a la hora de los recesos comenzó a ver cuál era la rutina de Iván todos los días religiosamente este joven iba a la biblioteca de la escuela cinco minutos antes de que tocaran la campana. ¿A qué? no lo sabemos a la fecha, dado que lector no era, pero le encantaba ir a estar un rato en soledad. Sol entró y lo vio sentado en la mesa resolviendo una tarea que tendría que entregar entrando del receso.
—Vamos Sol, tú puedes, si le hablas una vez podrás hacerlo más veces —dijo susurrándose a sí misma y motivándose.
Caminó decidida, como torero a punto de iniciar la corrida, llegó a donde él estaba, Iván levantó el rostro y miró a Sol.
—Hola—dijo Iván con rostro amable.
—Hola. ¿No sabes si va a tardar Trini? —preguntó la chica nerviosa.
Trini era la encargada de la biblioteca, una mujer pequeñita, yo creo que no llegaba ni al 1.40 y se llevaba muy bien con todos los chicos de la escuela.
—Sí, va a tardar un poco me dijo que iba a comer y regresaba —contestó Iván.
—Espero entonces. ¿Te molesta si me siento? —dijo Sol.
—En lo absoluto, adelante.
Paso uno, listo, logro desbloqueado.
—Tú eres amiga de Andrea. ¿Verdad? —preguntó Iván.
—Sí. ¿Por qué dejaron de ser amigos? —cuestionó Sol. Iván sonrió y la miró.
—Por Alberto. Él me quitó a mí novia y ella no quiso dejar de hablarle, tomó partido por él —dijo Iván.
—Pues es difícil ponerse a favor de alguien. ¿No? Digo, Rosalía es novia de Alberto desde el año pasado —dijo Sol, sacándole una sonrisa a Iván—, parece que sólo aprovechó el verano para salir contigo.
—Así parece. ¿Tú tienes novio? —preguntó Iván.
—¿Yo?, no para nada —dijo Sol.
—¿Y qué es lo que te gusta? —preguntó Iván.
Pues ya estaba dentro, segundo paso, listo, logro desbloqueado. Sol sonrió enormemente al ver que Iván se había interesado en ella, se sentó y conversaron durante todo el receso, cuando la campana tocó, ambos se pusieron de pie y decidieron que se verían todos los días en la biblioteca.
Al otro lado de la escuela, se encontraba la pequeña Karla con su acoso del día. Oliver la alcanzó a ver y caminó hasta ella, Karla nerviosa se volteó para otro lado para que no se diera cuenta de que lo estaba viendo o acosando, no sé qué término usar.
—¿Oye? —gritó Oliver corriendo.
—¿Sí? —preguntó Karla.
—Te he visto todos los días aquí cerca. ¿Qué buscas? —dijo Oliver.
Ven hasta él se dio cuenta.
—Nada, sólo que de aquí se ven mejor los juegos, mañana nos toca a nosotros —contestó Karla.
—¿Van a jugar contra el equipo de Rosalía? Vaya que va a estar bueno, creo que hay odio entre ustedes, pobre gorda, porque es la portera, pero será buen juego. Te voy a echar porras —dijo Oliver en forma un tanto coqueta.
—Okay —dijo Karla sonriendo.
—¿Cómo te llamas?
—Karla Bianchi —contestó nerviosa, por la siguiente razón.
—Órale, eres de los Bianchi de la ciudad, ¿eh? Riquilla.
—Sí —contestó con una sonrisa.
La familia de Karla era muy conocida y pues si eran de los acomodadillos de la ciudad, junto con los Berman y algunos que conoceremos más adelante.
—Bien Karla, estamos en contacto. Me voy a mi salón.
—Claro, yo igual —dijo Karla ambos dando la vuelta para caminar a sus salones.
Parecía que todas estaban dando un paso al frente menos… claro Andrea, ella sólo escribía a la hora del receso y mientras había clases y… todo el tiempo, porque se encerraba en su cuarto todoooda la tarde cuando las chicas no iban.
Unos minutos antes de que sonara la campana, entró la maestra Claudia al salón de Andrea, la miró y caminó hasta ella.
—Hola Andrea —dijo la joven maestra.
—Hola maestra —contestó Andrea.
—¿Sabes? He escuchado de tus compañeros que escribes —dijo la maestra.
—Así es.
—¿Te importaría enseñarme algo de lo que escribes? —preguntó.
—No creo que le guste, maestra. —contestó abruptamente Andrea.
—Pues yo veo que todos se pasan tus libretas y disfrutan. ¿Por qué no me das la oportunidad de leer?
—Está bien —dijo Andrea, abriendo su mochila y sacando su libreta—. Son los capítulos uno, dos y tres.
—Gracias, es mucha confianza esto. Otra cosa —dijo la maestra.
—¿Sí? —preguntó Andrea.
—Los he visto a ti y a Alberto —dijo con una sonrisa.
Se sintió avergonzada. «¿Qué fue lo que vio?».
—Creo que debes abrirte un poco más a lo que sientes, es un consejo nada más, pero te hace falta ser menos rígida —comentó la maestra Claudia.
—Bueno, él tiene novia maestra, no creo que el que yo sea fría o distante sea algo que afecte —respondió Andrea.
—En eso tienes razón, él me ha dicho que te quiere mucho.
Se paró su corazón, sentía que la cara se le había puesto de tomate. «¿La quería? ¿En qué forma? ¿Por qué hablaba de ella con la maestra?».
—Siempre que te enojas con él, corre conmigo y a lo mejor ya la regué al decirte esto, pero es un consejo —dijo la maestra al mismo tiempo que el timbre sonaba.
—Gracias maestra, lo tendré en cuenta —dijo Andrea con una enorme sonrisa.
Todas regresaron del receso con algo en la cabeza, Elisa regresó poniéndose brillo labial en los labios, eso sí era raro, parecía que hubiera besado a alguien. Alberto llegó y se sentó a un lado de Andrea. Ella lo miraba. «Tú no ruegas Andrea, tú nunca inicias la plática». Vamos, a lo mejor es cierto lo que dice la maestra.
—¿Cómo has estado? —preguntó Andrea.
—Bien. ¿Apoco te importa fuera de tu libreta? —cuestionó ácido Alberto.
—Mira te estoy hablando en buen plan, cosa que nunca hago, tú dices si quieres hablar o continuo en mi mundo de imaginación.
Niña amenazando no vas a llegar lejos, ¡ay Andrea!
—A veces la realidad es mejor que eso, escribes historias de amor y puede ser que estés en una y ni cuenta te des —respondió Alberto viéndola fijamente.
—¿Y cómo saberlo?
Ocurrió un silencio incomodo, Alberto tenía una vida difícil, pero no se lo había platicado a Andrea, eso era lo que le platicaba al papá de ella, él quería muchísimo al padre de Andrea incluso decía que era como un padre para él y así como Alberto muchos en la secundaria, todos querían al maestro Milani, como no tenían una idea, le platicaban sus problemas o pedían su opinión y Castillo era uno de ellos.
—Te quiero Andrea, eres mi mejor amiga —dijo Alberto.
Y nuevamente, “eres mi mejor amiga”, eso no ayudaba mucho, pero bueno Andrea se abrió por un momento, así que no se diga que no lo intentó.
En la tarde se reunieron las chicas en la casa de Andrea como era ya una costumbre.
—Hablé con Iván, por fin lo logré, mañana nos veremos en la biblioteca nuevamente —dijo Sol con mucha emoción.
—Yo igual con Oliver ya pude entablar un diálogo, no fue mucho, pero ya sabe que existo —comentó Karla.
—Yo me besé con Max —dijo Elisa con toda seguridad, dejando a todas perplejas—. ¿Qué? Nadie lo sabe ni quiero que se sepa, si no van a empezar a molestar.
—Creo que yo como siempre soy punto y aparte. ¿No? —expresó Andy bajando su rostro. Todas la miraron y guardaron un silencio—. No tengo idea de que sea lo que pase por su cabeza. Me dice algo muy bonito y a los dos segundos todo cambia, parece que estoy Ranma 1⁄2.
Para los de las generaciones jóvenes Ranma ½ es un anime de la época, en la que había una pareja que se amaba y todo el tiempo peleaban, la primera caricatura que hablaba de un hombre que se transformaba en mujer con agua fría, lo sé raro, pero la historia de amor tenía un parecido a este par.
—Verás que las cosas se van a dar en algún momento, pero tú debes ser tú —dijo Elisa.
—Es que tampoco sé si quiero que me diga algo, o sea si él me dijera. ¿Qué pasaría después? Creo que esto es una tontería. Tengo trece años y soy una niña —expresó Andrea.
—Ya vamos a cumplir catorce, mi abuela estaba casada a esa edad —dijo Sol echando a reír todas.
—No es que vayas a tener un tórrido romance Andrea, es sólo platicar y ya o ir al cine a lo mucho —contestó Karla.
—Mira, repito, sé tú misma y deja de preocuparte por todo, piensas demasiado —dijo Elisa.
Andrea sentía que eso de ser ella era lo que no dejaba entrar a Alberto a su vida, pues tenía miedo de muchas cosas, pero no podía decirlo.
—Mañana nos toca jugar contra las locas esas. ¿Qué vamos a hacer? —preguntó Karla.
—Golpearlas —contestó Elisa de forma contundente.
—¿No sé si sepas? Pero el fútbol se gana con goles —dijo Sol riendo.
—Mientras tengamos a Andrea de portera y a Adriana jugando nosotras, golpeamos —dijo Elisa—, así de fácil y sencillo.
—Eso no va a terminar bien Elisa y más problemas no quiero, ahorita ya me están quitando el castigo pasado —contestó Andrea.
—Pues intentemos jugar sin que nadie pierda el control —propuso Sol.
—Bien, pero mañana me van a rogar que pegue ya lo verán —dijo Elisa.
Al otro día, las chicas llegaron a la escuela temprano, Andrea estaba nerviosa por el juego y se fue a su escondite a concentrarse un rato. Estaba sentada en el suelo, se sentía muy nerviosa de enfrentar a Rosalía.
—Me imaginé que aquí estarías —dijo Alberto.
—Tenía que concentrarme. Jugamos en diez minutos y Elisa no para de hablar sobre golpear gente —dijo nerviosa Andrea. Alberto rio.
—Es solo un juego —dijo él.
—Sí, pero es una forma de demostrar que no sólo soy la gorda —expresó Andrea.
—Quiero que ganen —dijo Alberto con una sonrisa.
—¿Por qué? —preguntó ella, ambos se miraban, Andrea contuvo el aire—. ¿Por qué estás con ella si no la quieres?
Sopas, se la dejó ir con todo. Alberto se quedó pensativo.
—Porque no sé lo que quiero, llevo un tiempo muy confundido y créeme me siento muy perdido, no sé qué me pasa —respondió evitando verla a los ojos.
—Espero que algún día dejes de sentirte así, no sé quién te tiene así, pero debe ser especial —dijo Andrea.
—Lo es, es casi inalcanzable, pero hace que mi corazón se acelere cuando estoy cerca de ella —contestó él. Con eso que dijo, Andrea sintió que no se refería a ella, lo cual la hizo respirar profundo y apretar el corazón, porque a veces eso es lo único que puedes hacer—, pero como te digo no quiero lastimar a esa persona.
—Bien, entonces me voy. Tengo que jugar —dijo Andrea suspirando y poniéndose de pie, fingiendo felicidad, para eso era buenísima.
Ella pasó a su lado, por favor dile que es ella, dile que es ella, pero no fue así, la dejó irse una vez más.
Andrea llegó a la cancha sintiéndose diferente, vio a sus amigas y no sé qué les pasó, sé que la canción no es ni de la época, pero cada que platican lo ocurrido en ese juego dicen que oyen la misma canción en sus cabezas, Take it Off de The Donnas. Elisa era tan dramática que incluso llevaba guanteletes para jugar, Andrea se fue a la portería y el juego comenzó, toda la escuela gritaba de emoción, por Dios ¡Eran las Curvas peligrosas vs las Flacas! Adriana, la chica que entró a jugar con Las Curvas en verdad era muy buena y marcó el primer gol para el equipo, todas festejaron. Rosalía venía sola con la pelota y cuando estaba a punto de tirar, Elisa le dio tremendo golpe que si hubiera sido profesional la hubieran expulsado.
—Oops, lo siento —dijo con todo descaro Elisa.
—Maldita gorda —gruñó Rosalía y se levantó a querer tirar el primer golpe, pero sus amigas lo impidieron.
Andrea paró casi todo, pero hubo una que se le pasó y estaban empatadas. Tomó el balón, corrió y lo pateó.
—¡Adriana! —gritó Andrea.
Adriana bajó con el pecho la pelota y burló a África, le dio un pase a Sol, esta se la regresó y ¡gooool! De las curvas… en eso el árbitro pitó el final del partido, ganando, las Curvas peligrosas y sí, así le pusieron al equipo, cuando Andrea corrió para festejar y abrazarse con sus amigas, África tomó el balón y le dio un cañonazo a en la cara con toda la intención, tomándola desprevenida. Ahí fue cuando todo se salió de control, se sintió un silencio primero… Andrea tomó su rostro y de inmediato lo levantó pensando en Elisa, que salió de en medio de la bola para irse sobre África a los golpes y fue todas contra todas. Max corrió rápido a jalar a Elisa pues ya sabía que sería su segunda llamada de atención, los maestros y prefectos tuvieron que entrar a separar y a calmar todo. Andrea vio como Alberto jalaba a Rosalía, para que dejara de pelear con Sol, Milani salió sola de la cancha sin que nadie la tocara.
Sí, lo sé, el pleito había sido porque le pegaron un balonazo y nadie al final la atacó a ella y ella tampoco entró en el juego, pero sus amigas, sí, ella caminó un tanto triste al ver a Alberto con Rosalía, topándose con Iván.
—Te dije que decidieras bien —dijo Iván mirándola con saña.
Ella no dijo absolutamente nada, se dirigió a su salón, poco a poco todos comenzaron a tomar sus lugares en el salón.
—¡Ganamos! ¡Que vengan a buscarme! —gritó Elisa que todavía estaba caliente del pleito.
—Me siento increíble —dijo Sol.
—Yo igual, para que vean que las gorditas si sabemos jugar. ¿No estás contenta Andrea? —preguntó Karla.
—Claro. ¿Por qué no iba a estarlo? ¡woow! —exclamó Andrea mientras todas reían.
Ese día fue una locura, en cada clase que había, los maestros felicitaban al grupo de gorditas que había puesto en su lugar a las chicas creídas. Si, así como lo oyen, los maestros también se emocionaron por el juego.
En la tarde, en casa de Andrea, estaba en su cuarto, ella estaba terminando de escribir su primera novela titulada Black Shoes, era la historia de unos hermanos que tenían que vivir juntos un año después de la muerte de su papá, ellos tenían que averiguar qué era lo que había pasado realmente con él, en la actualidad esa historia se llama “La dama de Acero”, ella estaba emocionada, lo había logrado por fin, su mamá tocó la puerta de su cuarto.
—Andrea te vinieron a buscar. Es ese chico, pero a tu papá no le gusta que venga a verte.
Eso que dijo la madre de Andrea la pondría todavía más abrumada de lo que ya estaba.
—Sí mamá, no hay problema —dijo Andrea.
Un clavo más al ataúd, no sólo era la confusión de Alberto, ahora el padre de Andrea no lo quería cerca de ella, pero ella salió.
—¿Estabas con las chicas? —preguntó él sonriente.
—No, ellas hoy iban a ir a otro lado. ¿Qué pasa? —cuestionó.
—Nada, quería platicar, creo que ya te he dicho que me gusta hablar contigo —dijo.
—Sí eh ¿Por qué? —comentó un tanto a la defensiva.
—Eres diferente, contigo puedo ser yo. Puedo hablar de todo.
—Nunca me has hablado de tu familia —dijo certera.
—Tú tampoco —respondió él.
—No hay mucho que contar, mi primo es Pablo, lo conoces, era compañero tuyo, mis primos prácticamente viven aquí porque mi tía trabaja mucho, mi hermanito va en primaria, mis papás son maestros, mi vida es sencilla, hasta donde veo.
—¿Segura? —preguntó él.
—Sí, ¿qué más tendría que decir?, me cuidan demasiado a veces pienso que es más de la cuenta, pero… es porque me quieren —dijo ella.
—¿Y por qué eres tan fría? Tu papá es el mejor maestro del mundo, es amable, da cariño a sus alumnos, pero tú eres muy… dura. Pareces inalcanzable.
En ese momento Andrea recordó lo que Alberto dijo en el escondite, que la chica que le gustaba parecía inalcanzable, eso la puso más nerviosa con lo dicho por su mamá.
—¿Parezco o piensas que soy inalcanzable? —dijo Andrea.
—¿Te acuerdas que mi cantante favorito es Luis Miguel? —indagó Alberto.
—Sí.
—Escucha la canción Fría como el viento, la escucho y de inmediato pienso en ti. —dijo el chico mirándola a los ojos.
—Nunca la he oído, pero lo haré, lo prometo.
—No pensé que supieras porterear.
—Te dije que jugaba con mis primos.
—Sí lo hiciste. Siento lo que te hizo Rosalía.
—No me importa, le ganamos y por eso está enojada.
—¿Crees que es por eso? —preguntó él riendo por la inocencia de Andrea.
—No veo otra razón —dijo ella.
Sí, de repente mi amiga era medio mensa. Era cierto, algo no estaba bien con Andrea y ella lo sabía, no era cariñosa con nadie, ni siquiera con sus padres, lo cual en ocasiones la hacía sentirse mal. Ese día se despidieron como siempre un simple nos vemos mañana y se acabó. Alberto le decía muchas cosas lindas a Andrea y ella nunca le había dicho algo bonito, pero era así con todos, no le oías un “te quiero” como a Elisa que decía que si se metían con los que amaba se las veían con ella.
Esa noche, Andrea entró a su casa y vio a su hermanito, abrazado de su mamá, oliendo su cabello y tallando su cara con la de ella. Andy se sentía mal, entró a su habitación y buscó la canción que le dijo Alberto entre sus cassettes. La encontró, la escuchó y al mismo tiempo recordó cuando tenía siete años de edad.
Antes, ella vivía en un fraccionamiento donde todas las casas están juntas, jugaba con su amigo Thomas, le dieron muchas ganas de ir al baño y le dijo:
—Thomas. ¿Puedo ir a tu baño?
—Sí, yo te espero. —dijo Thomas que jugaba con la pelota.
Andrea entró corriendo a casa de Thomas, llego al baño, abrió la puerta y vio que estaba adentro el hermano mayor de Thomas peinándose como si nada, él era de unos quince años de edad, ella esperó a que éste saliera, él se salió del baño y Andrea entró corriendo, ella bailaba porque ya no aguantaba, ese era un mal que tenía, se aguantaba hasta que ya no podía más. Con rapidez bajó sus ropas y se sentó, él hermano de Thomas regreso y cerró la puerta con seguro, ella no comprendía lo que pasaba, ya no aguantaba más sostuvo el chorro de la orina, pero ya no soportó, por lo que con toda la pena del mundo terminó, ella no lo miraba, pero él no le quitaba la mirada de encima, cuando terminó de hacer del baño, lavó sus manos y él la tomó de sus brazos.
—Tienes un rostro muy bonito, Andy —dijo el hermano de Thomas acariciando su cara.
Ella no se sintió cómoda con la caricia, pero tampoco sabía que era mala.
—Gracias —contestó ella con miedo.
—Pareces una muñequita —dijo él.
Ella no se sentía a gusto y a su vez no comprendía lo que pasaba, por Dios, tenía siete años. Él empezó a tocar todo su cuerpo y ella no hacía nada se quedó como estatua, él continuaba, mientras Andrea cerraba sus ojos y se ponía como piedra esperando sólo a que todo terminara, las cosas no pasaron tan rápido como ella hubiera querido, Pedro la besaba y tocaba sus genitales como si buscara algo, de repente la volteó de golpe y ella recuerda haber sentido un pinchazo entre sus piernas y un dolor que recordaría durante varios años, no lloro, sólo apretó los puños y soportó. Cuando todo terminó, él salió caminando como si nada, ella se limpió con papel higiénico, subió su ropa, quiso correr, pero no podía y tampoco quería que nadie se acercara a ella, nunca regresó a ese lugar, no comprendía que había pasado exactamente, pero sabía que era algo malo, se sentía sucia. Ella siempre calló lo ocurrido ese día, cuando estaba en quinto año y empezaron las clases a las que muchos padres se niegan sobre educación sexual lo supo, habían abusado sexualmente de ella, le habían arrancado su inocencia desde los siete años de edad y ella no había podido hacer nada. Tal vez era tiempo de decir la verdad pensó en esos momentos, pero había pasado tanto tiempo que, ¿quién le creería? Además. ¿Qué dirían sus padres? Esos que la protegían a capa y espada, los que exageraban en sus cuidados y cuando el peligro apremió no estuvieron, a veces las personas más cercanas son las que más daño pueden hacerle a tus hijos.
Esa noche, Andrea después de ver la escena de su mamá con su hermano, sólo fue a su cuarto a llorar durante toda la noche escuchando la canción y pensó «no solo soy obesa, tampoco valgo nada como mujer, ¿quién me va a querer así?».

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