Capítulo 11 Una mujer.
Una mujer
Whatever you want
Whatever you need
Anything you want done baby
I do it naturally
'Cause I'm every woman (Every woman)
It's all in me
It's all in me
Yeah
I'm every woman
It's all in me
Anything you want done baby
I do it naturally
I’m Every Woman -Whitney Houston.
Llegas a tercero de secundaria y hay fiestas de quince años por aquí, fiestas de quince años por acá, todos dicen que ya eres mujer, pero cuando quieres decir que piensas o qué opinas o si estás enamorada, eres una niña. De su pequeño grupo de cuatro, la más grande era Elisa, luego seguía Sol, Andrea y al final era Karla quien cumplía hasta diciembre sus quince añitos, pero nos habíamos quedado en que este año traería cosas nuevas y eso era que estas chicas harían un cambio radical empezando por Andrea.
Las cuatro se encontraban arriba de una de las jardineras de la escuela platicando, ya habían pasado algunos días desde que Andrea se había enterado de que Alberto tenía novia nueva, la cual no habían visto aún.
—¿Le dejaste de hablar? Que madura de tu parte —dijo Sol.
—¿Qué querías? ¿Qué siguiera de idiota hablándole? —contestó Andrea un tanto molesta.
—Tú eres Andrea Milani, la niña buena, tú no dejas de hablarle a nadie, sólo a Iván porque te prohibió hablarle a tu príncipe azul —respondió la sarcástica Elisa.
—Deberías hablarle, se ve que le duele —contestó la dulce Karlita.
Karla se volvería la voz de la razón de aquí en adelante.
—No creo, siempre se hace la víctima —dijo Andrea.
—Mejor le habla a Leonardo. ¿Cierto? —comentó Sol riendo.
—¿De qué hablas? —preguntó Andrea.
Elisa azotó su mano contra su frente.
—¿Eres o te haces, Andrea? —preguntó Elisa—, pensé que ya habías aprendido un poco, pero veo que mis lecciones no han tocado tu mente, hija mía.
—Soy, porque no sé de qué hablas —dijo Andrea, causando la risa de todas.
—Leonardo anda tras de ti —respondió Sol.
—Claro que no —contestó Andrea haciendo un gesto de “están locas”.
—Obsérvalo bien y lo notarás —expresó Karla.
Sí era cierto, lo había visto muy cerca de Andrea, todo el tiempo platicaban de x o y tema, hacia lo que fuera por atención de ella, pero Andy seguía viendo para otro lado, sí, efectivamente, veía al que ya no debía ver.
Ese mismo día, regresando del receso, Andrea intentó poner más atención a lo que decían sus amigas.
—Andrea —habló Leonardo tocando su hombro para que ella volteara, ella se giró en el mesabanco—, hoy te ves muy bonita, ese listón en tu cabello se ve bien.
—Gracias Leo —dijo Andrea nerviosa, mientras Elisa hacía un ruido de garraspera con la garganta—, tú también —dijo Andrea regresando el cumplido—, me refiero a que tú te ves bien sin listón, digo…
Leonardo se echó a reír.
—Me encanta como eres, en verdad, me haces reír mucho. ¿En las tardes que haces?
Huy… ahí si ya no.
—Se reúne con Elisa, Sol y Karla —contestó Alberto desde su lugar, Leonardo lo miró fijamente.
—Le pregunté a ella —contestó un tanto golpeado Leonardo.
«¿Qué está pasando?» Se preguntó Andrea mirando a ambos.
—Pues yo te estoy contestando —regresó el tono Alberto a Leonardo.
—Hoy voy a ir al ballet —contestó Andrea.
¿QUÉ? Literal todos la miraron de forma extraña.
—Bueno, como bajé de peso me invitaron al ballet y es algo que siempre he querido desde niña, así que iré, siempre he querido ser bailarina. —Todos la miraban sorprendidos.
—¿Es neta? —preguntó Elisa—. ¿Tú?
—Sí —dijo Andrea.
—¿A cuál irás?, al que está por la heladería —preguntó Leonardo.
—Sí —contestó nerviosa Andrea.
—Yo puedo pasar por ti en el coche —dijo Leonardo—. Yo voy al gimnasio.
Sí, eso nos imaginamos en cuanto lo vimos, digo, se notaba. Elisa le dijo a Andrea con señas que le dijera que sí, Andrea se veía nerviosa, eso de flirtear no era lo suyo definitivamente.
—¿Sí? —dijo Andrea.
Erick volvió a reír. Elisa azotó su mano en su frente, Andrea miraba a Sol que le decía susurrando dile que sí.
—Sí, claro, ¿por qué no? —contestó Andrea.
—Bien, entonces paso por ti —dijo Leonardo guiñando el ojo.
«¿Esto era una cita? O ¿a que se supone que va por ella?», se preguntaba Andrea, ella miró a Elisa y ella levantaba su pulgar, pero de reojo veía a Alberto y para nada se veía contento, Andrea hizo un cambio en la historia que escribía y agregó a alguien más, ese personaje era el némesis del galán. ¿Quién sería? Sí, efectivamente ella empezaba a ver a Leonardo como alguien que en realidad afectaba a Alberto.
Andrea soñó años en convertirse en bailarina y cuando llegó al lugar y vio el cuerpo de la mayoría, se dio cuenta que para nada estaba en el peso que debía, de hecho, aunque ya sólo estaba pasada por cinco kilos, lo primero que le dijeron era que tenía que pesar mucho menos, algo no tan bueno para alguien que tiende a obsesionarse con las cosas, la pusieron aparte del grupo y empezaron a enseñarle las poses, estira baja, postura, hacía todo lo que le decían, terminó muerta, pero lista para salir con Leonardo, la sorpresa fue que cuando tomó sus cosas y levantó la cara, Leonardo no estaba en la puerta.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Andrea.
—Vine por ti, no vengo en carro, pero no me gusta la idea de que te vayas caminando sola a tu casa —contestó Alberto.
—No necesito que vengas por mí —dijo un poco molesta.
—¿Te vas a ir tú sola? —preguntó Alberto.
—Sí, mis papás ya me dieron permiso de irme yo sola y caminando, no es muy lejos, cuando mucho ocho cuadras —respondió la chica.
—Está bien —dijo Alberto.
—Igual voy a esperar un poco a ver si llega Leonardo —contestó Andrea sentándose en una banca.
—Para que lo esperamos, yo vine por ti —dijo Alberto.
—Pero no me quiero ir contigo, Alberto.
—Andrea, lo siento. En verdad lo siento —dijo mirándola a los ojos.
—No, claro que no lo sientes, al contrario, yo creo que te ríes de mí, sí, eso es lo que debes hacer, te has de reír de mí todos los días y has de decir “mira como tengo a esta pobre tonta enamorada”.
—Espera. ¿Qué dijiste? —dijo Alberto impresionado.
¡Oh por Dios! Eso lo dijo o lo pensó, no Andrea, eso no debías decirlo, retrocede, retrocede.
—Nada, no dije nada —contestó muy nerviosa y mirando a ver si venía Leonardo.
—¿Dijiste lo que creo que dijiste? —preguntó Alberto.
Y cuando piensas que las cosas no se pueden poner mejor llega el otro caballero.
—Alberto. ¿Qué haces aquí? —preguntó Leonardo.
Andrea miró a Alberto y pensó que no era bueno que fueran a pelearse entre ellos.
—Vino por una amiga. Vámonos —contestó Andrea.
Se fueron y lo dejaron ahí parado, sentí feo, pero se lo merecía, ambos iban caminando y Andrea no emitía sonido alguno, subieron al auto de Leonardo, ella estaba nerviosa y pensando en el chico que se había quedado atrás.
Leonardo arrancó el auto y la miró.
—¿No piensas hablar? —preguntó.
—Sí, es que me quede pensando eso es todo. ¿Por qué viniste por mí? —preguntó Andrea.
—¿En serio? ¿No sabes? —preguntó Leonardo con una sonrisa.
—Siempre me han dicho que peco de distraída —contestó Andrea sonriendo nerviosa.
—Un poco, me gustas Andrea, llevamos unas semanas platicando y me encantas, me gusta como me haces sentir, me gusta que puedo platicar contigo de lo que sea, eres una chica impresionante —dijo Leonardo.
—Sí, eso me dicen todos mis amigos. Prácticamente soy un niño disfrazado de mujer —dijo riendo y Leonardo se acopló a su risa.
—No, eres una mujer que creció con hombres y tal vez esa sea tu mejor arma —contestó él—, aunque, también es que sabes escuchar y eres muy comprensiva.
—Tal vez y gracias.
Leonardo suspiró.
—Pero, a ti te gusta Alberto, ¿cierto? —dijo el joven quien era más observador que ella.
—No.
—No me engañas, desde el primer día que llegué, vi que había algo entre ustedes, sólo que él no ha sabido apreciarte. Dame la oportunidad de demostrarte que yo soy diferente —dijo el caballero con armadura.
Era la oportunidad con la que muchas soñaban, Leonardo era un buen partido y varias andaban tras de él estaba en el top cinco de chicos guapos de la secundaria, sería fantástico ser su novia. ¿No?
—Es que, no sé. Yo no quiero decirte que sí y luego lastimarte —contestó Andrea.
—Bien, yo seguiré haciendo mi lucha y créeme Andrea, no soy el único, hay alguien más, pero él aún no se atreve a decirte nada —dijo Leonardo.
—¿En serio? —preguntó Andrea sorprendida.
—Sí, ¿ves? Algo tienes, eres especial, pero debes creértelo —contestó Leonardo.
Fue la mejor plática que pudo tener con un hombre a esa edad, Leonardo estacionó el auto y hablaron un largo rato, lo que más le impactó de la conversación fue el, "tienes algo especial…" En realidad todos tenemos algo que nos hace especiales, pero es cierto, no nos lo creemos y eso era lo que pasaba con Andrea, ella misma no se creía especial. ¿Cómo la verían especial los demás, si ante sus ojos no lo era?
Llegó a su casa se bañó y platicó con sus papás de cómo le había ido en su tan esperada clase de ballet, cenó y se acostó a dormir pensando soy especial, soy especial, al otro día en la escuela Elisa de inmediato le preguntó cómo le había ido.
—Bien, la verdad me dijo algo que no esperaba, pero bien, sólo que pasó algo más —comentó a sus amigas.
—¿Qué? —preguntó Sol.
—Alberto también me fue a recoger —dijo Andrea mirándola.
—¿Qué? —preguntaron las tres.
—Como lo oyeron, llegó e iba por mí, no tengo idea de que fue hacer ahí, pero fue —dijo Andrea.
Siempre pensé que Karla se mordía la lengua para no decir nada, porque si me lo hubieran contado a mí, ya lo habría dicho tres veces, pero seguía sin abrir la boca, sólo oía la triste historia.
Los días fueron pasando y Leonardo diario era atento con Andrea, le llevaba una paleta, le contaba chistes y Alberto sólo miraba, pero entonces pasó lo más raro, Leonardo y Erick empezaron a hacer lo mismo, Erick también comenzó a coquetear con Andrea. ¿Sería ese él otro que decía Leonardo?
Pero igual pasaban los días y ella no dejaba de mirar al chico que la había visto antes que nadie, él chico que la vio desde hace años, nunca habían estado tanto tiempo sin hablarse y no sólo faltaba el chico que le gustaba, le faltaba su amigo, estaba segura que está vez si se lo había ganado.
Días después, la directora fue a decirles que por el aniversario de la escuela se realizaría una carrera y que todos podían participar, Andrea bailaba y jugaba básquet, pero correr nunca, sin embargo, otras que querían impresionar a sus galanes, se les ocurrió entrar a la carrera con tal de que las vieran.
—Están locas. ¿Cómo van a correr ustedes? Odian el ejercicio y en la vida han corrido —dijo Andrea.
—Sí puedo no es tanto —dijo con decisión Elisa—. Max dice lo mismo, pero le voy a demostrar que se equivoca.
—Mejor quédate conmigo a ver quién gana. Dicen que Iván y Max han estado peleando —comentó Andrea.
—Se odian a pesar de ser hermanos —contestó Sol—, pero yo también entraré a la carrera, no quiero dejar que Elisa se desmaye en el camino. —Rio Sol.
—Verás que si llego —dijo Elisa.
—Okay. Adelante, pero te vas a arrepentir. —contestó Andrea.
—Yo creo que si llegamos —dijo Sol convencida.
—Pues están locas, pero bueno las apoyó en su locura, chicas —dijo Andrea.
—Alberto va a correr —comentó Karla
—Bien por él le hace falta —dijo la ácida chica.
—¿No vas a perdonarlo, Andrea? Te vas a arrepentir —exclamó Karla.
—No creo, él es feliz con la nueva novia y yo bueno, tengo una vida tranquila —dijo Andrea.
Andrea se fue molesta «¿Por qué siempre lo defendía Karla?» Sol y Elisa le dijeron a Karla que ya la dejara tranquila con eso, Andrea entró al salón y él estaba solo.
—¿Vas a correr? —preguntó Andrea a Alberto.
—¿Me estás hablando a mí? —preguntó Alberto un tanto incrédulo.
—Sí —dijo Andrea.
—Sí —contestó Alberto con tristeza.
—Ojalá ganes —dijo ella con una sonrisa.
—Intentaré, pero Iván si corre, yo no. Andrea… —dijo él intentando tocar la mano de ella, pero Andy la jaló.
—No me expliques nada ni me digas nada, sólo intentemos llevarnos como compañeros —contestó Andrea.
—¿Tú y Leonardo son novios? —preguntó Alberto un tanto molesto.
—No, pero me ha servido mucho hablar con él, me ha inyectado un poco de confianza en mí —respondió Andrea.
—Sí, he visto que has cambiado mucho, como que has hablado más que antes, opinas, discutes, cosa que no hacías antes —contestó Alberto.
—Siempre he sentido que soy boba —dijo ella riendo, mientras Alberto la miraba fijamente—, en serio, siempre he pensado que no soy especial, yo veo en mi familia, mis primas todas son muy bonitas, yo no. Son listos, yo no. Yo nunca me he sentido a gusto, nunca he estado contenta con quien soy, siempre me he sentido menos que los demás.
—No pensé que tú te sintieras así —contestó Alberto—. Siempre te ves sonriente, bromista.
—Pues ya lo sabes.
Se acercó a ella, Andrea temblaba, tomó su mano y la miró a los ojos, eso la mataba. Ella retiró su mano ya que no quería caer en el encanto nuevamente.
—En fin. Que te vaya bien mañana —dijo Andrea tragando saliva y retirándose del salón.
Al otro día, todos los competidores estaban en la línea de salida, eran pocos los que no correrían. Una competencia era entre Max e Iván, por otro lado, Alberto contra Leonardo y Sol contra Elisa, sí esa última no era un reto, pero ahí estaban. Cuando dieron el disparo de salida, Elisa corrió tres cuadras y tuvieron que subirla a la ambulancia porque empezó a vomitar y a Sol en la cuarta cuadra, ¿ven como no terminó bien? O más bien no terminó. Todos esperaban a ver quién era el que ganaría la competencia, a lo lejos se veía Iván que venía con todo y como de película, Max rebasó a Iván en el último tramo, dejando el rostro de su hermano lleno de envidia, porque ese era el problema siempre entre ellos, eran hermanos, pero no se llevaban bien, no se querían, siempre tenían problemas.
Andrea levantó el rostro y vio que Leonardo venía corriendo como si nada y tras él llegó Alberto. Leonardo llegó a abrazar a Andrea, Alberto los miró y se siguió de largo, era cierto, ella era la buena y no podía dejarlo así. Ella se iba acercando a él, cuando llegó otra chica con uniforme de otra escuela.
—¡Alberto! —gritó la chica.
Él volteó y miró a Andrea, la novia de Alberto debió pesar fácil 100 kilos era de preparatoria y ahí fue donde Andrea se desengañó de muchas cosas, no era el peso, nunca lo fue, era otro factor. «¿Cuál?» No lo sé, pero ella bajó el rostro y se metió al salón furiosa, él entró tras ella dejando a la novia afuera, pues no podía pasar puesto que no pertenecía a la escuela.
Si Andrea hubiera tenido poderes mágicos, en ese momento hubiera tronado rayos y centellas durante su camino, no podía creer lo que veía, ella había intentado todo, había bajado de peso, todo por él, cuando debía ser por ella y sólo por ella. Ese es el problema de las personas, hacemos todo por agradar a alguien y nada.
—¡ANDREA! —gritó Alberto.
Y por primera vez Andrea sacaría el cobre, estaban solos en el salón por lo que pudo gritar.
—¿Qué? ¡Ahora que me vas a decir! No la discrimino, porque yo era ella hace un mes, pero durante dos años sentí que eso era lo que detenía todo y ahora veo que no. Soy yo, realmente siempre fui yo —gritó Milani.
—¡Andrea, por favor! —gritó Alberto con desesperación y queriéndola tomar del brazo.
—¡Suéltame! Ya estoy cansada, pero ahí voy una y otra vez, cayendo contigo, con tus cosas lindas que me dices y todo ha sido mentira —dijo Andrea, rompiendo en llanto.
Eso no lo soportó él, si algo no hacía Andrea era llorar, sí, lo sé había llorado en el baño con sus amigas, pero nunca frente a nadie más y eso le rompió el corazón a Alberto, pero no sólo a él, Leonardo entró junto con Erick y al ver que Andrea estaba llorando, de inmediato se le fueron encima.
—¿QUÉ LE HICISTE, ALBERTO? —gritó Leonardo.
—Nada —dijo Alberto.
Erick entró furioso y le metió un empujón a Alberto, Andrea al ver eso intentó meterse.
—¿Cómo que nada? —gritó Erick.
—No Erick, Leonardo, él no…
Las chicas también entraron, de repente era una escena bastante extraña dos muchachos arrinconando al no novio, llegaron las chicas, Elisa jalaba a Leonardo y Sol a Erick, Karla limpiaba las lágrimas de Andrea quien quería intervenir.
—Déjenlo, no me hizo nada. Yo estoy loca. Eso es todo, me acordé de algo feo y eso fue todo —dijo Andrea que moría de pena de que hubieran visto sus lágrimas.
—No te creo —decía Leonardo de forma insistente.
—En serio, no me hizo nada. Estoy loca, me dio sentimiento es todo —contestó Andrea.
Alberto se salió del salón, dieron tiempo a que todos se refrescaran y tomaran agua, pero las clases continuaban. Andrea recuerda perfectamente este momento, porque fue de los últimos… entró el maestro de artísticas y escogió a Andrea y a Alberto para leer, los pasó al frente y cuando los dos vieron lo que tendrían que leer, tragaron saliva.
—¿En serio maestro? —preguntó sarcástica Andrea.
—Sí Milani. ¿Qué no puedes actuar? —dijo el maestro.
—Sí maestro —contestó ella mirando a Alberto y tragando saliva.
Alberto la miraba fijamente a los ojos antes de comenzar con la lectura.
—Amada Julieta. ¿Por qué luces tan bella aún? ¿Debo creer que el fantasma de la muerte se halla apasionado y que el horrible descarnado monstruo, te guarda aquí en las tinieblas para hacerte su dama? Así besando muero —dijo Alberto mirándola a los ojos.
—Quiero besar tus labios; acaso existían en ellos aún veneno que me haga morir, tus labios aún están calientes. ¡Oh dichoso puñal! Esta es tu vaina enmohece en ella y déjame morir —respondió ella bajando el rostro.
Y lo hizo, ambos sabían que era el final y no sólo de la historia de Romeo y Julieta, era el final de ellos también. Andrea miró a Sol y vio que se limpiaba las lágrimas, las casualidades siempre siguieron a la vida de Andrea y esta era una de ellas. Ella bajó del escalón, fue a su lugar y como Julieta sentía una daga en el corazón.
Sígueme.

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